INTRODUCCIÓNAUTOR Y TRASFONDOJeremías profetizó al reino de Judá durante los reinados de Josías (640–609 a. de J.C.), Joacaz (609), Joacim (609–597), Joaquín (597) y Sedequías (597–587). Las palabras iniciales del libro (1:2) nos dicen que su ministerio comenzó en 627 a. de J.C. Su obra, por lo tanto, cubrió 40 años, toda una carrera, y coincidió con los últimos años del reino de Judá. Jeremías puede así ser considerado como uno de los profetas del exilio, juntamente con Ezequiel (ver también la tabla en la p. 656).
Con Ezequiel, por lo tanto, Jeremías fue un sucesor de los grandes profetas de un siglo más temprano (Isaías, Oseas, Amós, Miqueas) que habían predicado en los días en que todavía había dos reinos, Israel (el reino del norte) y Judá (del sur). El primero, sin embargo, había sido desmantelado en 722 a. de J.C. por los poderosos asirios ("la vara de mi [Dios] ira"; Isa. 10:5), después que las advertencias de Amós y otros habían sido desatendidas. La Judá de Jeremías, por consiguiente, aunque había sobrevivido a la arremetida de los asirios (ver 2 Rey. 18–20), era un pequeño y amenazado remanente del pueblo de Dios. ¿Podría sobrevivir por más tiempo? La respuesta dependería de que el pueblo escuchara la palabra de Dios a través de Jeremías.
Cuando Jeremías escuchó primero la palabra de Dios, Asiria ya no era la fuerza que había sido antes. Fue en el tiempo de su declinación (el destino de todos los imperios) que el rey Josías pudo reafirmar la antigua demanda israelita al territorio del Norte, perdido cien años antes (2 Rey. 23:15–20). En 612 a. de J.C. Nínive, la capital de Asiria, cayó ante el nuevo poder de la región, Babilonia, que ahora representaba la nueva amenaza del pueblo de Dios. Jeremías la presenta como un ejército que vendrá "de la tierra del norte" (6:22). Como un siglo antes, así ahora, los planes de Dios para su pue blo estaban ligados con eventos históricos y políticos sobre los cuales el pueblo no tenía control. Dios mismo traería a este enemigo contra su pueblo infiel (5:15).
EL MENSAJELos profetas a menudo dirigían sus palabras a los reyes, porque éstos tenían una responsabilidad especial en el mantenimiento de la vida religiosa del pueblo. A este respecto Jeremías es interesante porque su ministerio comenzó en el tiempo que el rey Josías estaba reformando la religión de Judá. 2 Rey. 22–23 describe extensamente las medidas que tomó y las relaciona con el descubrimiento del "libro de la Ley" en el templo (probablemente Deut.), perdido posiblemente durante el largo y corrompido reinado del rey Manasés (ver sobre 2 Rey. 22:8). Esto fue en 621 a. de J.C. cinco años después del llamado de Jeremías. La reforma puede haber estado en marcha desde 628, sin embargo, como está implícito en 2 Crón. 34:3–7. Sorprende por lo tanto que la predicación de Jeremías, que critica en sumo grado a Judá, comenzó durante el reinado de un rey justo y fiel. Esto puede sugerir que él pensaba que la reforma por sí misma no podría producir en el pueblo el cambio profundo que Dios deseaba. Su llamado sería para un cambio completo de corazón (4:4).
Jeremías, sin embargo, criticó a todos los líderes dentro de Judá por su fracaso en no dar enseñanza y liderazgo fiel conforme a las normas del pacto, de lo que ellos eran responsables. Reyes (cap. 22), profetas (23:9–40) y sacerdotes (2:7) fueron atacados inflexiblemente. (Se hace una excepción con Josías, 22:15, 16.) La condenación es más notable porque Jeremías mismo era a la vez profeta y sacerdote (1:1). El pueblo del pacto, de hecho, era falso totalmente (9:3–6). Esta es la base del mensaje total de Jeremías.
El mensaje mismo, no obstante, que fue anunciado durante un largo período y contra un trasfondo dramáticamente cambiante, parece haber pasado a través de varias etapas distintas. Primera, Jeremías llamó al pueblo a arrepentirse de sus pecados a fin de que no sufrieran en manos de Babilonia (3:12). En cierto momento, sin embargo, él anunció que Dios ciertamente castigaría a Judá por manos de aquella nación. El tiempo del arrepentimiento había pasado; el castigo de Dios era inevitable (21:1–10). No obstante, esta segunda etapa estaba estrechamente ligada con la tercera, que era un anuncio de que el castigo tenía por propósito la restauración. En la misericordia de Dios el exilio babilónico sería un camino de vida para quienes aceptasen el castigo (21:9; 24:4–7). Es dentro de esta última etapa que han de comprenderse las promesas que incluyen la esperanza del nuevo pacto (31:31–34). Al final, por tanto, el pacto una vez despreciado por Israel es restablecido por la misericordia de Dios.
Jeremías mismo estaba profundamente involucrado en, y afectado por, su mensaje. El sufrió a causa de él en ciertas obvias maneras externas, al tener que abandonar una vida social y familiar normal (15:17; 16:2), siendo objeto de conspiraciones contra su vida (11:18–23; 18:18) y víctima de prisiones y castigos (20:1–6; 37:15, 16; 38:6). El fue afectado interiormente también, porque sintió en forma aguda la agonía que sabía que su pueblo debía soportar (4:19–21; 10:19–22). Pero también sintió la pasión de Dios contra el pecado a su alrededor (8:21–9:3). El experimentó por lo tanto el juicio de ambos lados, lo que colocó sobre él una carga casi insoportable.
El dolor que vino así de su llamado profético está expresado en forma conmovedora en los pasajes poéticos a menudo conocidos como "las confesiones" (11:18–23; 12:1–6; 15:10–21; 17:12–18; 18:19–23; 20:7–18). En éstos él se queja a Dios casi con amargura. No obstante, de ellos vienen también seguridades de que al fin Dios salvará (15:19–21).
EL MENSAJE Y EL LECTOR CRISTIANONo es un muy fácil que el lector cristiano traduzca e interprete el mensaje de Jerusalén como algo pertinente a su vida. ¿Qué puede tener que ver el juicio de Dios sobre su antiguo pueblo con la vida del cristiano individual? Ciertamente, ¿cómo puede relacio narse con el evangelio cristiano la predicación de Jeremías de salvación, entendida como restauración a una tierra, en el contexto de políticas y guerra?
Una primera respuesta es señalar a la obra de Cristo. En el corazón del mensaje de Jeremías está la verdad de que Dios castiga a su pueblo con la mira de su salvación. Este principio de salvación por medio de juicio prefigura sobre todo la cruz de Cristo, en la cual él mismo llevó el juicio por el pecado humano para salvar a una humanidad pecadora.
Jeremías señala a Cristo también en las profecías del nuevo pacto (caps. 30–33). Estas miran primero a una restauración del antiguo pueblo de Judá en fidelidad a su tierra, pero últimamente a Cristo, quien vive la vida del "Israel" fiel y da el Espíritu Santo a aquellos que están en él para que también puedan participar en la vida fiel.
Sin embargo, si el libro de Jeremías señala principalmente a las grandes cosas que Cristo ha hecho por su pueblo, ¿hay alguna manera en que el libro puede ser una guía para vivir la vida cristiana? La respuesta aquí es también que lo puede. En esta conexión es importante comprender que el evangelio cristiano no concierne a los individuos solamente, sino a la iglesia como un cuerpo, y suponer que hay una consistencia básica en el modo en que Dios trata con su pueblo. Esto significa, primero, que los mensajes a Judá respecto al juicio, como también a la salvación, pueden en un sentido aplicarse a la iglesia como un cuerpo. Como el pueblo antiguo de Dios, ella necesita también guardarse contra la complacencia y no debe pensar que está por encima del castigo (cf. Apoc. 2–3). Ella (o partes de ella) puede aun sufrir tiempos de castigo, sólo para conocer la renovación de Dios al fin.
Segundo, Jeremías destaca la necesidad de un liderazgo responsable, y advierte sobre cómo la corrupción en el pueblo de Dios puede extenderse. El previene contra una falsa confianza entre aquellos que son religiosos y tal vez contra semejante actitud hacia la religión misma. El muestra cómo, cuan do la vida de la iglesia ha llegado a relajarse, su carácter corrupto puede transmitirse de generación a generación (44:9). Esta percepción puede aplicarse aun a sociedades aparte de la iglesia, nacional o tradicional, y explicar así la transmisión de odios y prejuicios dentro de las sociedades durante siglos. La profecía también expone la sicología del pecado y el poder de la inclinación que tienen hacia él los seres humanos (3:6–10). El retrato del rey Se dequías es una gran evocación de la vacilación de los seres humanos entre el bien y el mal.
Por último, el libro tiene algunas expresiones maravillosas de gozo en la salvación, especialmente en los caps. 30–33. Las poesías de estos caps. son en sí mismas una inspiración, y en su contexto en una profecía que tiene tanto que decir acerca del pecado y del juicio, enfocan en su propia manera única sobre el amor y la compasión del Dios cuyo más profundo deseo es dar vida y bendición a sus criaturas.
FORMA, ESTRUCTURA Y COMPOSICION DEL LIBROEl libro de Jeremías es extenso y contiene un material variado. Algo del mismo consiste en palabras de Jeremías, dichas en forma de oráculos poéticos, o dichos (p. ej. caps. 2–6); parte del libro tiene un estilo más de sermón (p. ej. 7:1–15), impreso como prosa en la mayoría de las traducciones; hay también pasajes escritos
ACERCA de Jeremías, presumiblemente por otra persona (p. ej. cap. 26). La mayor parte de los oráculos poéticos están en los caps. 1–20. Por lo general no se nos dan las fechas o circunstancias de dichos individuales de esta clase. En los sermones y en la narrativas tenemos más información acerca del tiempo y lugar de dichos individuales y sucesos. No obstante, el libro no es una biografía; habla de Jeremías sólo para ayudar a proclamar su mensaje.
Poco sabemos acerca de cómo se formó el libro. No sigue una norma cronológica consistente, y puede ser difícil leerlo de corrido. Tal vez fue formado en etapas. Esto se sugiere por el cap. 36, donde leemos que el primer rollo de las palabras de Jeremías fue destruido por el rey Joacim, y que Jeremías entonces mandó hacer otro, que contenía más palabras que el primero (36:32). También lo sugiere el hecho de que el AT, traducido al gr. (la LXX), contiene una versión más corta del libro de la que aparece en nuestras Biblias. El profeta parece haber trabajado en la producción del libro con Baruc, su ayudante y escriba. Baruc puede haber tenido parte, por lo tanto, en la composición del libro como lo conocemos ahora.
BOSQUEJO DEL CONTENIDO1:1-19 Jeremías2:1—4:4 La acusación del Señor a su pueblo- 2:1-8 Un amor abandonado
- 2:9-28 La acusación
- 2:29-37 La sentencia
- 3:1—4:4 ¿Puede Judá volverse a Dios?
4:5—6:30 Figuras de juicio contra Judá- 4:5-31 El enemigo se acerca
- 5:1-31 El castigo debido por la falsedad de Judá
- 6:1-30 "La depuración continúa en vano"
7:1—8:3 Adoración falsa y confianza falsa- 7:1-15 Un sermón en el templo
- 7:16-29 ¿Más allá de redención?
- 7:30—8:3 Abominación al Señor
8:4—10:25 Llanto por la apóstata Sion- 8:4-22 No hay verdadera sanidad
- 9:1-11 Un pueblo completamente falso
- 9:12-26 Lamento por el pueblo que debe sufrir
- 10:1-25 Ninguno como el Señor
11:1—13:27 El pacto quebrantado- 11:1-17 Jeremías pone al descubierto la rebelión del pueblo
- 11:18—12:6 "Confesiones"
- 12:7-13 Dios y su "casa"
- 12:14-17 Un plan para las naciones
- 13:1-27 Señales de juicio
14:1—15:21 Hambre, espada y plaga- 14:1-10 Sequía
- 14:11-22 Demasiado tarde para orar
- 15:1-9 Demasiado tarde para compasión
- 15:10-21 Una confesión y la respuesta amorosa de Dios
16:1—17:27 Cuadros de exilio y salvación- 16:1-21 El exilio prefigurado
- 17:1-13 Confianza en recursos humanos, confianza en el Señor
- 17:14-18 Una confesión
- 17:19-27 Guardando el sábado
18:1—19:13 Dos vasos rotos y una confesión- 18:1-18 Un vaso roto rehecho
- 18:19-23 Una confesión
- 19:1-13 Una vasija quebrada y no rehecha
19:14—20:18 Jeremías maldice su nacimiento- 19:14—20:6 Jeremías en el templo
- 20:7-18 Una última confesión
21:1—24:10 Salvación sólo a través del exilio- 21:1-14 No habrá liberación para Babilonia
- 22:1-30 Reyes indignos
- 23:1-8 Un nuevo rey davídico
- 23:9-40 Sobre falsos profetas
- 24:1-10 Dos canastas de higos
25:1-38 Dios juzga a todas las naciones- 25:1-14 La hora de Babilonia
- 25:15-38 La copa de la ira de Dios
26:1—29:32 Jeremías llega a ser un profeta de salvación- 26:1-24 Jeremías apenas escapa de morir
- 27:1-22 ¡Servid a Nabucodonosor!
- 28:1-17 El mensaje de Jeremías vindicado
- 29:1-14 "Edificad casas en Babilonia"
- 29:15-32 Profetas en Babilonia
30:1—33:26 Se promete un nuevo pacto- 30:1-24 Sanidad restaurada
- 31:1-26 Un remanente regresa
- 31:27-40 El nuevo pacto
- 32:1-15 Jeremías compra un campo
- 32:16-44 ¿Demasiado difícil para el Señor?
- 33:1-13 Las voces de gozo y alegría
- 33:14-26 Un pacto sin fin
34:1—36:32 El mensaje de Jeremías es resistido- 34:1-22 Perdón para los esclavos
- 35:1-19 Los fieles recabitas
- 36:1-32 Joacim rechaza las palabras de Jeremías
37:1—39:18 Los últimos días de Judá- 37:1-10 ¿Ayuda de Egipto?
- 37:11-21 Jeremías encarcelado
- 38:1-13 Jeremías arrojado a una cisterna
- 38:14-28 Una última entrevista con Sedequías
- 39:1-18 La caída de Jerusalén
40:1—45:5 Un remanente huye a Egipto- 40:1-12 Gedalías como gobernador
- 40:13—41:18 El asesinato de Gedalías
- 42:1-21 "No entréis en Egipto"
- 43:1-13 A Egipto
- 44:1-14 Un último llamado
- 44:15-30 "No escucharemos"
- 45:1-5 Una palabra para Baruc
46:1—51:64 Oráculos contra las naciones- 46:1-28 Contra Egipto
- 47:1-7 Contra los filisteos
- 48:1-47 Contra Moab
- 49:1-39 Oráculos más breves
- 50:1—51:64 Contra Babilonia
52:1-34 La caída de Jerusalén