INTRODUCCIÓNSi bien habitualmente se la denomina "epístola", este escrito carece de destinatarios y de firma. En realidad, le faltan tantas de las características de una carta que algunos piensan que el título de "epístola" es una forma de expresión algo equívoca. La consideran un sermón escrito más bien que una carta. Sin embargo, aquí y allá aparecen pasa jes que justifican el título (p. ej. 2:1, 26), si bien con características inusitadas. Tal vez la explicación radica en el hecho de que originalmente el autor quiso que fuera leída en más de una comunidad.
PATERNIDAD LITERARIALa opinión tradicional es que la obra es producto del apóstol Juan. En la antigüedad nadie sugirió la posibilidad de otro autor. Concuerda con esta opinión el marcado tono de autoridad que se observa a lo largo de la epístola. Se ha sugerido, más bien, que solamente una persona de la talla del Apóstol podría haber enviado una carta de ese calibre sin dar su nombre. Es evidente que el autor fue testigo ocular de algunas de las cosas que hizo Jesús (1:1–3; la opinión de que la primera persona plural significa la generalidad de los creyentes, o que es un simple recurso epistolar, no tiene mayor asidero). El estilo y la estructura del pensamiento se parecen a los del cuarto Evangelio, y todos concuerdan en que debe haber alguna conexión. Lo lógico es pensar en el mismo autor para ambos escritos, en cuyo caso todo gira alrededor de la autoría de ese Evangelio. Sin embargo, algunos críticos sostienen que el autor de uno de esos escritos fue discípulo del autor del otro; no es infrecuente que se piense en una "escuela" de cristianos de tipo juanino, uno de los cuales escribiría esta carta. Hacen hincapié en las diferencias de estilo (p. ej. hay menos palabras compuestas en la epístola) y de teología (p. ej. hay diferencias en los puntos de vista del significado de la muerte de Jesús). Sin embargo, la mayoría de los eruditos coinciden en que si bien no deben ser minimizadas las diferencias, no son lo suficientemente notorias para exigir una diferente paternidad literaria. Se explican perfectamente bien por los distintos propósitos que tuvieron ambos escritos y por sus diferentes formas. J. R. W. Stott señala que: "La similitud entre Evangelio y epístola es considerablemente mayor que entre el tercer Evangelio y Hechos, que se sabe fueron escritos por el mismo autor" (The Letters of John, TNTC, 1964, p. 24). Raymond E. Brown, que cree probable que hubiera di ferentes autores, concuerda en que la evidencia se inclina a favor de que el Evangelio y las epístolas pueden haber sido escritas en épocas diferentes por la misma persona (The Epistles of John [Doubleday, 1982], pp. 14–30). No parece haber un argumento definitivo en favor de diferentes autores.
Las más recientes discusiones hacen frecuente mención de Juan "el anciano" (cf. 2 Jn. 1; 3 Jn. 1) como el autor del Evangelio, otros como autor de la epístola (o 2 y 3 Jn. o Apoc.), y otros de ambos. Sin embargo, esta figura nebulosa no es un buen candidato. No puede demostrarse, sin sombra de duda, que un Juan el anciano, distinto a Juan el apóstol, hubiera existido. Y de haber existido, las razones para relacionarlo con este escrito no son convincentes; no tan convincentes, al menos, como la antigua tradición que se le asigna al Apóstol.
Como conclusión digamos que si bien la epístola no aduce paternidad literaria alguna, y mientras no pueda probarse lo contrario a entera satisfacción, la hipótesis más razonable es que salió de la pluma del apóstol Juan.
OCASIONSurge claramente de la epístola que sus destinatarios sufrían la influencia de falsas enseñanzas que negaban la encarnación. Este error era ciertamente sostenido por gente que había estado en la iglesia y que ahora se había separado, porque Juan dice de ellos que "salieron de entre nosotros" (2:19, cf. 4:1). En el segundo siglo vio la luz una doctrina filosófica y religiosa llamada gnosticismo, que se alimentó de ideas cristianas y paganas. Pusieron su énfasis en el conocimiento (gr. gnosis), e imaginaron una forma de salvación conocida únicamente por los iniciados. Consistió, esencialmente, en la liberación del hombre de la prisión material de su cuerpo y su elevación hacia Dios. Se discute aun cuán temprano apareció el gnosticismo. Es probable que se instalara mucho tiempo después de haberse escrito esta epístola, pero no nació por generación espontánea. Muchas de las enseñanzas que luego tomaron cuerpo en un sistema gnóstico plenamente desarrollado estaban en circulación en el primer siglo.
Juan se opone a esa doctrina, un sistema que incluye la idea de que la materia es inherentemente maligna. Puesto que Dios es bueno, decían, nada tiene que ver con la materia maligna. De ahí que no podría haberse encarnado en Jesucristo. Algunos sostenían que Cristo solamente vivía en la carne en apariencia (se los llama "docetistas", del gr. dokein, "parece ser"). Pero es ir demasiado lejos sostener que Juan enfrentaba a los docetistas, pues nada dice su epístola sobre un cuerpo fantasma o algo por el estilo. A lo que él se oponía pareciera ser a las primeras etapas de una herejía que con el tiempo daría lugar al docetismo. La gente comenzaba a negar la encarnación y eso, para Juan, era extremadamente serio. Su efecto sería arrancarle el corazón al cristianismo, porque si Cristo en realidad no se hizo hombre y realmente no murió por nosotros, entonces no habría expiación por nuestros pecados. Así pues, Juan puso el mayor de los énfasis en la encarnación. También hizo hincapié en la importancia de vivir rectamente, porque en su énfasis sobre el conocimiento algunos de los herejes consideraban que la conducta no interesaba mayormente. Juan no deja lugar a dudas de que la con ducta reviste enorme importancia.
De ninguna manera debemos pensar que esta epístola se escribió con el único propósito de refutar la herejía. Su meta es netamente positiva, como el mismo Juan se encarga de decírnoslo. Escribe: "para que vosotros también tengáis comunión con nosotros … para que nuestro gozo sea completo" (1:3, 4). Y lo especifica aun más cuando afirma: "Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna" (5:13). Podemos contrastar esto con la meta del Evangelio: "para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre" (Juan 20:31). En tan to el Evangelio apunta a una meta evangelística, la epístola está dirigida más bien a crear en los lectores un estado de seguridad y verdadero conocimiento de lo que tal fe entraña. "El Evangelio contiene ’señales’ para evocar la fe (20:30, 31) y la epístola pruebas por las cuales poder juzgarla" (Stott). Juan escribe para disipar la ansiedad de sus lectores, al comprender lo que significa ser cre yente. Aclara lo que significa ser cristiano. "En su primera epístola Juan señala tres marcas de un verdadero conocimiento y comunión con Dios … Estas marcas son: primera, la honradez en la vida; segunda, el amor fraternal; y, tercera, fe en Jesús como Dios encarnado" (Search the Scriptures, 1967, p. 289). Estos tres temas se repiten constantemente.
Dos grandes pensamientos dominan toda la epístola: Dios es luz (1:5) y Dios es amor (4:8, 16). Dios es la fuente de luz para las mentes y de calor para el corazón de sus hijos. En consecuencia, estos hijos deberán vivir ajustados a las más altas normas morales, y sobre esto se hace hincapié permanentemente (p. ej. 2:1–6; 3:3, 6, 9; 5:1–3). La epístola no contiene severas amonestaciones. Todo lo contrario, el remitente se dirige a sus lectores con paternal afán y tierna preocupación: hijitos, amados, hijitos, nadie os engañe; hijitos, guardaos de los ídolos.
FECHAMuy poco es lo que tenemos para ponerle una fecha a la carta. No es definitiva su relación con el Evangelio, pues algunos sostienen que la escribió antes y otros que después, y de cualquier manera también es incierta la fecha en que escribió el Evangelio. Muchos fechan 1 Jn. hacia el final del primer siglo, pero J. A. T. Robinson defiende una fecha de 60–65 (Redating the New Testament [SCM, 1976]). Esto puede ser correcto, pero no estamos seguros.
Ver también el artículo "Leyendo las epístolas".
BOSQUEJO DEL CONTENIDO1:1-4 Prólogo1:5—2:6 Comunión con Dios2:7-17 El nuevo mandamiento2:18-27 El cristiano y el anticristo2:28—3:10 Hijos de Dios3:11-18 Amarse unos a otros3:19-24 Confianza4:1-6 El espíritu de verdad y el espíritu de error4:7-21 Dios es amor5:1-5 La victoria de la fe5:6-12 El testimonio acerca del Hijo5:13-21 El conocimiento de la vida eterna