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  • Juan (Evangelio)

    (I) Autor. 

    Como sucede con los otros Evangelios, el cuarto no lleva el nombre de su autor, pero las pruebas internas y externas corroboran el testimonio tradicional que atribuye este Evangelio al apóstol Juan. 

    (A) Pruebas internas. 

    (a) El autor es uno de los apóstoles. El empleo que hace de la primera persona del plural lo demuestra (Jn. 1:14 y quizá Jn. 21:24). 

    Juan 1:14

    14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

    Juan 21:24

    24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero.

    La pertenencia del escritor al grupo de los apóstoles se constata asimismo en una gran cantidad de detalles, sobre todo en lo relativo a la impresión causada a los discípulos por los acontecimientos relativos a la vida de Cristo, etc. (Jn. 1:37; 2:11, 17; 4:27, 54; 9:2; 11:8-16; 12:4-6, 21, 22; 13:23-26; 18:15; 19:26, 27, 35; 20:8). 

    Juan 1:37 

    37 Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús.

    Juan 2:11, 17 

    11 Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.

    17 Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume.

    Juan 4:27, 54 

    27 En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella?

    54 Esta segunda señal hizo Jesús, cuando fue de Judea a Galilea.

    Juan 9:2 

    2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?

    Juan 11:8-16 

    8 Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá?

    9 Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo;

    10 pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él.

    11 Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.

    12 Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará.

    13 Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño.

    14 Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto;

    15 y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él.

    16 Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él.

    Juan 12:4-6, 21, 22 

    4 Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar:

    5 ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?

    6 Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella.

    21 Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús.

    22 Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús.

    Juan 13:23-26 

    23 Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús.

    24 A éste, pues, hizo señas Simón Pedro, para que preguntase quién era aquel de quien hablaba.

    25 El entonces, recostado cerca del pecho de Jesús, le dijo: Señor, ¿quién es?

    26 Respondió Jesús: A quien yo diere el pan mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón.

    Juan 18:15 

    Pedro en el patio de Anás

    15 Y seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Y este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote;

    Juan 19:26, 27, 35 

    26 Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.

    27 Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.

    35 Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis.

    Juan 20:8

    8 Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó.

    Hay además la clara afirmación de Jn. 21:24

    Juan 21:24

    24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero.

    (b) El discípulo al cual amaba Jesús es mencionado con frecuencia (Jn. 13:23; 19:26; 20:2; 21:7, 20, 21), y el pasaje de Jn. 21:20-24 afirma que este discípulo es el autor. 

    Juan 13:23 

    23 Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús.

    Juan 19:26 

    26 Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.

    Juan 20:2 

    2 Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.

    Juan 21:7, 20, 21

    7 Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella), y se echó al mar.

    El discípulo amado

    20 Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?

    21 Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste?

    Juan 21:20-24

    El discípulo amado

    20 Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?

    21 Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste?

    22 Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.

    23 Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?

    24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero.

    El libro cita los nombres de los apóstoles, con excepción de los de Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y los hijos de Zebedeo. Siendo que Mateo, Jacobo hijo de Alfeo y Simón el Zelote no se hallaban en el círculo íntimo, ninguno de ellos puede recibir el apelativo de «el discípulo al cual amaba Jesús». 

    En cuanto a Jacobo el hijo de Zebedeo, había muerto mucho antes de la redacción del cuarto Evangelio (Hch. 12:2), y no puede ser identificado con el autor. «El discípulo al cual amaba Jesús» es innegablemente el apóstol Juan. 

    Hechos 12:2

    2 Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan.

    (c) El griego del cuarto Evangelio está muy teñido de arameismos, lo cual es una indicación clara de que el redactor era judío. 

    (d) El redactor conoce a fondo la geografía de Palestina, y la historia y las costumbres de la época de Jesús (p. ej., Jn. 1:21, 28, 46; 2:6; 3:23; 4:5, 27; 5:2, 3; 7:40-52; 9:7; 10:22, 23; 11:18; 18:28; 19:31). 

    Juan 1:21, 28, 46 

    21 Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No.

    28 Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

    46 Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.

    Juan 2:6 

    6 Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros.

    Juan 3:23 

    23 Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados.

    Juan 4:5, 27 

    5 Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José.

    27 En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella?

    Juan 5:2, 3 

    2 Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos.

    3 En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua.

    Juan 7:40-52 

    División entre la gente

    40 Entonces algunos de la multitud, oyendo estas palabras, decían: Verdaderamente éste es el profeta.

    41 Otros decían: Este es el Cristo. Pero algunos decían: ¿De Galilea ha de venir el Cristo?

    42 ¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Cristo?

    43 Hubo entonces disensión entre la gente a causa de él.

    44 Y algunos de ellos querían prenderle; pero ninguno le echó mano.

    ¡Nunca ha hablado hombre así!

    45 Los alguaciles vinieron a los principales sacerdotes y a los fariseos; y éstos les dijeron: ¿Por qué no le habéis traído?

    46 Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!

    47 Entonces los fariseos les respondieron: ¿También vosotros habéis sido engañados?

    48 ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes, o de los fariseos?

    49 Mas esta gente que no sabe la ley, maldita es.

    50 Les dijo Nicodemo, el que vino a él de noche, el cual era uno de ellos:

    51 ¿Juzga acaso nuestra ley a un hombre si primero no le oye, y sabe lo que ha hecho?

    52 Respondieron y le dijeron: ¿Eres tú también galileo? Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta.

    Juan 9:7 

    7 y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.

    Juan 10:22, 23 

    Los judíos rechazan a Jesús

    22 Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno,

    23 y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón.

    Juan 11:18 

    18 Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios;

    Juan 18:28 

    28 Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era de mañana, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua.

    Juan 19:31

    El costado de Jesús traspasado

    31 Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí.

    Este libro presenta aún más rasgos personales que los otros Evangelios. 

    Todas estas pruebas internas confirman de una manera notable la atribución del cuarto Evangelio al apóstol Juan. 

    (B) Las pruebas externas son de dos clases: 

    (a) La mención formal del nombre del autor y (b) el empleo del cuarto Evangelio en los documentos antiguos demuestran la alta estima en que se tenía a este escrito. Ireneo, obispo de Lyon hacia el año 185 y discípulo de Policarpo (que había sido discípulo de Juan), afirma categóricamente que el apóstol había escrito su Evangelio en Éfeso y que los otros tres Evangelios ya existían antes. 

    Al final del siglo II y al inicio del III, Clemente de Alejandría, Tertuliano y Orígenes coinciden en ello. Las pruebas externas del segundo tipo dan testimonio de la existencia del cuarto Evangelio y de la confianza que inspiraba. 

    La Didaché (alrededor del año 110 d.C.) parece haber sacado algunas de sus fórmulas de la terminología juanina. 

    Las Epístolas de Ignacio (que no son posteriores al año 117) muestran que éste conocía bien el cuarto Evangelio, que lo consideraba como poseyendo autoridad para él, y probablemente, para las iglesias de Asia Menor, al inicio del siglo II. 

    El texto más antiguo que se conoce del NT es un fragmento de una página de un códice de papiro, que la paleografía sitúa hacia el año 125. Este fragmento, que se conserva en la Biblioteca John Rylands, de la Universidad de Manchester, contiene algunos versículos de Juan 18

    Debido a que fue hallado en Egipto, constituye una indicación de la rapidez con que se esparció el cuarto Evangelio. 

    Otro fragmento de papiro, fechado alrededor del año 140, relata episodios de la vida de Jesús, sacando parte de sus enseñanzas de este Evangelio. 

    Justino Mártir (alrededor del año 150) alude innegablemente a este Evangelio y lo considera como «una de las memorias de los apóstoles» llamadas Evangelios, según él, y redactados por los apóstoles y sus asociados. 

    El Evangelio de Pedro y los Hechos de Juan, dos libros apócrifos de alrededor del año 150, presentan rasgos evidentes del pensamiento juanino. El Diatessaron de Taciano (alrededor del año 170) es una armonía de nuestros cuatro Evangelios canónicos. 

    El ms. Sinaítico que contiene los antiguos Evangelios en siríaco indica que en el siglo II la iglesia siríaca había admitido nuestros cuatro Evangelios. 

    Finalmente, es cosa cierta que incluso los primeros herejes gnósticos del siglo II, p. ej., Basílides (hacia los años 120-140), Heracleón (hacia 160-180) y, quizá, Valentino (hacia 140-160), citaban e incluso comentaban el cuarto Evangelio. 

    Así pues, las pruebas externas se unen a las internas para señalar a Juan como el autor del cuarto Evangelio; demuestran además que en extensas regiones el cuarto Evangelio ya constituía una autoridad en la Iglesia inmediatamente posterior a los apóstoles. 

    Sin embargo, numerosos críticos rechazan el fundamento de la argumentación anteriormente presentada. Creen que el autor del cuarto Evangelio no es el apóstol Juan; este último no habría sido más que el testigo ocular en el que se habría basado el evangelista (Jn. 19:35; 21:24). 

    Juan 19:35 

    35 Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis.

    Juan 21:24

    24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero.

    Según estos críticos, el redactor del Evangelio, discípulo de Juan el apóstol, habría redactado su texto en base a los recuerdos y a la enseñanza de su maestro. 

    Este redactor sería desconocido, a no ser que se quiera ver en él a un tal «Juan el Anciano», del que mucho se ha hablado modernamente, pero del que nada se sabe. 

    Por lo demás, una buena cantidad de eruditos modernos consideran que Juan el Anciano no es otro que Juan el apóstol. De todas maneras, las suposiciones en las que se basan los críticos carecen de fundamento sólido, y no pueden servir de base para negar que el discípulo de Cristo fuera el autor del cuarto Evangelio 

    Está demostrado además que este libro fue escrito en Asia Menor (en Éfeso según la tradición) en el último cuarto del siglo I. 

    Los adversarios de Jesús son simplemente designados por el nombre de judíos (Jn. 1:19; 2:18; 5:10; 7:15; etc. ) se dan explicaciones acerca de las fiestas judías (Jn. 6:4; 7:2; 11:55; 19:31); el nombre del mar de Galilea va acompañado de la expresión pagana «el de Tiberias» (Jn. 6:1). 

    Juan 1:19 

    Testimonio de Juan el Bautista

    19 Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres?

    Juan 2:18 

    18 Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?

    Juan 5:10 

    10 Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho.

    Juan 7:15

    15 Y se maravillaban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?

    Juan 6:4 

    4 Y estaba cerca la pascua, la fiesta de los judíos.

    Juan 7:2 

    2 Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos;

    Juan 11:55 

    55 Y estaba cerca la pascua de los judíos; y muchos subieron de aquella región a Jerusalén antes de la pascua, para purificarse.

    Juan 19:31

    El costado de Jesús traspasado

    31 Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí.

    Juan 6:1

    Alimentación de los cinco mil

    1 Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias.

    En el prólogo, Cristo recibe el nombre de «el Verbo de Dios», lo que demuestra que, en la época de ser escrito, el cristianismo se hallaba en un medio de movimientos filosóficos que se sabe que existían entonces en Asia Menor. 

    Todo esto explica el propósito, además manifiesto, de este escrito: exponer el testimonio que Cristo dio de sí mismo como Hijo de Dios venido en la carne y como Salvador del mundo (Jn. 20:30, 31). 

    Juan 20:30, 31

    El propósito del libro

    30 Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro.

    31 Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.

    El autor da por supuesto el conocimiento de numerosos episodios de los Evangelios Sinópticos por parte de sus lectores (véase EVANGELIOS). 

    Los sinoptistas no habían registrado los grandes discursos del Señor que constituyen la respuesta a los ataques de los judíos contra su divinidad o la revelación a sus discípulos del misterio de su persona y de la relación espiritual que ellos tenían con Él. 

    Juan se decidió a consignar por escrito este testimonio personal de Jesús, tarea tanto más urgente cuanto que se suscitaban falsas doctrinas que negaban ciertos aspectos de la persona de Cristo.

    Naturalmente, el apóstol unió a todo ello numerosos detalles sacados de sus recuerdos personales. 

    Como resultado la Iglesia recibió un retrato integral de su Señor bajo su aspecto a la vez humano y divino. 

    (II) CONTENIDO. El Evangelio de Juan se inicia con un prólogo (Jn. 1:1-8), donde el apóstol resume la gran verdad manifestada por la vida de Cristo: la existencia de una Segunda Persona divina que revela a Dios y que, por este motivo, recibe el nombre de «el Verbo». 

    Juan 1:1-8

    El Verbo hecho carne

    1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

    2 Este era en el principio con Dios.

    3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

    4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

    5 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

    6 Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.

    7 Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.

    8 No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.

    Fuente universal de vida y de luz en la creación, esta Palabra eterna se encarna en Jesucristo, revela a Dios a los creyentes, y les transmite la salvación. 

    Después Juan relata: 

    (A) Los primeros testimonios relativos a Jesús, dados por Juan el Bautista y por Jesús mismo en presencia de sus primeros discípulos (Jn. 1:19-2:11). 

    Juan 1:19-51

    Testimonio de Juan el Bautista

    19 Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres?

    20 Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo.

    21 Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No.

    22 Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?

    23 Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.

    24 Y los que habían sido enviados eran de los fariseos.

    25 Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?

    26 Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.

    27 Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.

    28 Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

    El Cordero de Dios

    29 El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

    30 Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.

    31 Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.

    32 También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.

    33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.

    34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

    Los primeros discípulos

    35 El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos.

    36 Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios.

    37 Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús.

    38 Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras?

    39 Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era como la hora décima.

    40 Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús.

    41 Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo).

    42 Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro).

    Jesús llama a Felipe y a Natanael

    43 El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme.

    44 Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro.

    45 Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.

    46 Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.

    47 Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.

    48 Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.

    49 Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.

    50 Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás.

    51 Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.

    Juan 2:1-11

    Las bodas de Caná

    1 Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús.

    2 Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos.

    3 Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino.

    4 Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.

    5 Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere.

    6 Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros.

    7 Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.

    8 Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron.

    9 Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo,

    10 y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora.

    11 Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.

    (B) Lo que Cristo mismo revela de su propia persona en una serie de acciones y, sobre todo, de discursos, dirigidos tanto a los inquirientes como a los adversarios (Jn. 2:12-12:50). 

    Juan 2:12

    12 Después de esto descendieron a Capernaum, él, su madre, sus hermanos y sus discípulos; y estuvieron allí no muchos días.

    Ello incluye: 

    (a) el testimonio que Jesús da de su propia persona, la primera vez que interviene durante la Pascua (Jn. 2:12- 25); la conversación con Nicodemo (Jn. 3:1-21); el reiterado testimonio de Juan el Bautista (Jn. 3:22-36); 

    Juan 2:12-25

    12 Después de esto descendieron a Capernaum, él, su madre, sus hermanos y sus discípulos; y estuvieron allí no muchos días.

    Jesús purifica el templo

    13 Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén,

    14 y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados.

    15 Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas;

    16 y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado.

    17 Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume.

    18 Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?

    19 Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.

    20 Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?

    21 Mas él hablaba del templo de su cuerpo.

    22 Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho.

    Jesús conoce a todos los hombres

    23 Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía.

    24 Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos,

    25 y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre.

    Juan 3:1-21

    Jesús y Nicodemo

    1 Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.

    2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.

    3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.

    4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?

    5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.

    6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

    7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.

    8 El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.

    9 Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto?

    10 Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?

    11 De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio.

    12 Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?

    13 Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.

    14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,

    15 para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

    De tal manera amó Dios al mundo

    16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

    17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

    18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.

    19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.

    20 Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.

    21 Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.

    Juan 3:22-36

    El amigo del esposo

    22 Después de esto, vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea, y estuvo allí con ellos, y bautizaba.

    23 Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados.

    24 Porque Juan no había sido aún encarcelado.

    25 Entonces hubo discusión entre los discípulos de Juan y los judíos acerca de la purificación.

    26 Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, mira que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él.

    27 Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo.

    28 Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él.

    29 El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido.

    30 Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.

    El que viene de arriba

    31 El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos.

    32 Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio.

    33 El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz.

    34 Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida.

    35 El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano.

    36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.

    (b) la conversación con la mujer samaritana (Jn. 4:1-42); 

    Juan 4:1-42

    Jesús y la mujer samaritana

    1 Cuando, pues, el Señor entendió que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan

    2 (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos),

    3 salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea.

    4 Y le era necesario pasar por Samaria.

    5 Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José.

    6 Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta.

    7 Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber.

    8 Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer.

    9 La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí.

    10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.

    11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?

    12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?

    13 Respondió Jesús y le dijo:Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed;

    14 mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.

    15 La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.

    16 Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá.

    17 Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido;

    18 porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.

    19 Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta.

    20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.

    21 Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.

    22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos.

    23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.

    24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.

    25 Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas.

    26 Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.

    27 En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella?

    28 Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres:

    29 Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?

    30 Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él.

    31 Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come.

    32 El les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis.

    33 Entonces los discípulos decían unos a otros: ¿Le habrá traído alguien de comer?

    34 Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.

    35 ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.

    36 Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega.

    37 Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega.

    38 Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.

    39 Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho.

    40 Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días.

    41 Y creyeron muchos más por la palabra de él,

    42 y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.

    (c) el segundo milagro que hizo en Galilea (Jn. 4:43-54); 

    Juan 4:43-54

    Jesús sana al hijo de un noble

    43 Dos días después, salió de allí y fue a Galilea.

    44 Porque Jesús mismo dio testimonio de que el profeta no tiene honra en su propia tierra.

    45 Cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron, habiendo visto todas las cosas que había hecho en Jerusalén, en la fiesta; porque también ellos habían ido a la fiesta.

    46 Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo.

    47 Este, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir.

    48 Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis.

    49 El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera.

    50 Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue.

    51 Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive.

    52 Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre.

    53 El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa.

    54 Esta segunda señal hizo Jesús, cuando fue de Judea a Galilea.

    (d) la contestación de Jesús a los judíos que negaban su divinidad y su autoridad (Jn. 5); 

    (e) el discurso en el que Jesús se presentó como el pan de vida (Jn. 6); 

    (f) la afirmación renovada de su autoridad y de su filiación divina durante la fiesta de los Tabernáculos (Jn. 7-8); 

    (g) la curación de un ciego y la parábola del buen pastor (Jn. 9:1-10:21); 

    Juan 9:1-41

    Jesús sana a un ciego de nacimiento

    1 Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento.

    2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?

    3 Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.

    4 Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar.

    5 Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo.

    6 Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego,

    7 y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.

    8 Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?

    9 Unos decían: El es; y otros: A él se parece. El decía: Yo soy.

    10 Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos?

    11 Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista.

    12 Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? El dijo: No sé.

    Los fariseos interrogan al ciego sanado

    13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego.

    14 Y era día de reposo cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos.

    15 Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista. El les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo.

    16 Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? Y había disensión entre ellos.

    17 Entonces volvieron a decirle al ciego: ¿Qué dices tú del que te abrió los ojos? Y él dijo: Que es profeta.

    18 Pero los judíos no creían que él había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista,

    19 y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?

    20 Sus padres respondieron y les dijeron: Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego;

    21 pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo.

    22 Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga.

    23 Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él.

    24 Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador.

    25 Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.

    26 Le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?

    27 El les respondió: Ya os lo he dicho, y no habéis querido oir; ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos?

    28 Y le injuriaron, y dijeron: Tú eres su discípulo; pero nosotros, discípulos de Moisés somos.

    29 Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a ése, no sabemos de dónde sea.

    30 Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos.

    31 Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye.

    32 Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego.

    33 Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer.

    34 Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron.

    Ceguera espiritual

    35 Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios?

    36 Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él?

    37 Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es.

    38 Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró.

    39 Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados.

    40 Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también ciegos?

    41 Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece.

    Juan 10:1-21

    Parábola del redil

    1 De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador.

    2 Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es.

    3 A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca.

    4 Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.

    5 Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.

    6 Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.

    Jesús, el buen pastor

    7 Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.

    8 Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas.

    9 Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.

    10 El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.

    11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.

    12 Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.

    13 Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.

    14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,

    15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.

    16 También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.

    17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.

    18 Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.

    19 Volvió a haber disensión entre los judíos por estas palabras.

    20 Muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís?

    21 Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?

    (h) el último testimonio de Cristo a los judíos (Jn. 9:22-41); 

    Juan 9:22-41

    22 Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga.

    23 Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él.

    24 Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador.

    25 Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.

    26 Le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?

    27 El les respondió: Ya os lo he dicho, y no habéis querido oir; ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos?

    28 Y le injuriaron, y dijeron: Tú eres su discípulo; pero nosotros, discípulos de Moisés somos.

    29 Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a ése, no sabemos de dónde sea.

    30 Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos.

    31 Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye.

    32 Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego.

    33 Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer.

    34 Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron.

    Ceguera espiritual

    35 Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios?

    36 Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él?

    37 Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es.

    38 Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró.

    39 Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados.

    40 Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también ciegos?

    41 Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece.

    (i) la resurrección de Lázaro y sus consecuencias (Jn. 11); 

    (j) las declaraciones de Jesús durante la unción en Betania, durante la entrada triunfal en Jerusalén y la entrevista con los griegos (Jn. 12). 

    (C) La revelación de Cristo acerca de Sí mismo en relación con Su muerte y resurrección (Jn. 13:1-21:25). 

    Juan 13:1

    Jesús lava los pies de sus discípulos

    1 Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.

    Esta sección incluye: 

    (a) las últimas palabras de Jesús con sus discípulos (Jn. 13-17). 

    (b) Su arresto, juicio, crucifixión, durante todo lo cual testificó acerca de su divinidad y misión, en particular ante Pilato (Jn. 18-19). 

    (c) Su resurrección y un cierto número de testimonios a este respecto (Jn. 20-21). 

    El autor parece haber añadido el capítulo 21 como un apéndice a su obra, que en principio hubiera tenido su fin con el capítulo 20. 

    El cuarto Evangelio muestra que Jesús no es solamente el Hijo del Hombre sino también el Hijo eterno de Dios. 

    Su persona, sus enseñanzas, su obra redentora, todo ello ha servido para revelar a Dios y dar la vida eterna a aquellos que le reciben. 

    Juan presenta la misión de Jesús como el punto culminante de la autorrevelación de Dios; y Cristo comunica a los creyentes esta luz por medio de la cual llegan al conocimiento de las verdades más sublimes. 

    Así, les es otorgada la comunión espiritual con Dios, que constituye la vida eterna, la plenitud, el bien supremo, la salvación perfecta. Calvino dice de este Evangelio que es «la llave que abre la puerta a la comprensión de los otros tres». 

    Si los primeros evangelistas relatan qué es lo que Jesús «hizo», éste revela ante todo lo que Jesús «es». El «discípulo a quien ama Jesús» ha sabido dar a su libro un carácter singular en lo entrañable de su conocimiento profundo del Salvador. 

    Se pueden contar siete capítulos y medio de conversaciones privadas y de cura de almas: Jesús en privado con: Nicodemo (Jn. 3), la samaritana (Jn. 4), los apóstoles (Jn. 13-16), Dios (Jn. 17), Pilato (Jn. 18:33-38; 19:8-11), Pedro (Jn. 21:15-23). 

    Juan 18:33-38 

    33 Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos?

    34 Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?

    35 Pilato le respondió: ¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?

    36 Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.

    37 Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.

    38 Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito.

    Juan 19:8-11

    8 Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo.

    9 Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Mas Jesús no le dio respuesta.

    10 Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte?

    11 Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene.

    Juan 21:15-23

    Apacienta mis ovejas

    15 Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. El le dijo: Apacienta mis corderos.

    16 Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas.

    17 Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.

    18 De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras.

    19 Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme.

    El discípulo amado

    20 Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?

    21 Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste?

    22 Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.

    23 Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?

    Escribiendo después de los otros, Juan se esfuerza en relatar las cosas inéditas: milagros (Jn. 2:7; 4:50; 5:8; 9:7; 11:43; 21:6), parábolas (Jn. 4:10-14; 6:32-58; 10:1-30; 15:1-8), acciones (Jn. 8:3-11; 13:1-17; 21:15-23), discursos (Jn. 13-16), oración (Jn. 17). 

    Juan 2:7 

    7 Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.

    Juan 4:50 

    50 Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue.

    Juan 5:8 

    8 Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda.

    Juan 9:7 

    7 y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.

    Juan 11:43 

    43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!

    Juan 21:6

    6 El les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.

    Juan 4:10-14 

    10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.

    11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?

    12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?

    13 Respondió Jesús y le dijo:Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed;

    14 mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.

    Juan 6:32-58 

    32 Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo.

    33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.

    34 Le dijeron: Señor, danos siempre este pan.

    35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.

    36 Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis.

    37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.

    38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.

    39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.

    40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

    41 Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo.

    42 Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?

    43 Jesús respondió y les dijo:No murmuréis entre vosotros.

    44 Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.

    45 Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí.

    46 No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre.

    47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.

    48 Yo soy el pan de vida.

    49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron.

    50 Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera.

    51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.

    52 Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?

    53 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.

    54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

    55 Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.

    56 El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.

    57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.

    58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente.

    Juan 10:1-30 

    Parábola del redil

    1 De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador.

    2 Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es.

    3 A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca.

    4 Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.

    5 Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.

    6 Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.

    Jesús, el buen pastor

    7 Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.

    8 Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas.

    9 Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.

    10 El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.

    11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.

    12 Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.

    13 Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.

    14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,

    15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.

    16 También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.

    17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.

    18 Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.

    19 Volvió a haber disensión entre los judíos por estas palabras.

    20 Muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís?

    21 Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?

    Los judíos rechazan a Jesús

    22 Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno,

    23 y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón.

    24 Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.

    25 Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí;

    26 pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.

    27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,

    28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.

    29 Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.

    30 Yo y el Padre uno somos.

    Juan 15:1-8

    Jesús, la vid verdadera

    1 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.

    2 Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.

    3 Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.

    4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

    5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.

    6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.

    7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.

    8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.

    Juan 8:3-11 

    3 Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio,

    4 le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio.

    5 Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?

    6 Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo.

    7 Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.

    8 E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra.

    9 Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.

    10 Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?

    11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.

    Juan 13:1-17 

    Jesús lava los pies de sus discípulos

    1 Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.

    2 Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase,

    3 sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba,

    4 se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó.

    5 Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido.

    6 Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies?

    7 Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después.

    8 Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.

    9 Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza.

    10 Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos.

    11 Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos.

    12 Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho?

    13 Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy.

    14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros.

    15 Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.

    16 De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió.

    17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.

    Juan 21:15-23

    Apacienta mis ovejas

    15 Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. El le dijo: Apacienta mis corderos.

    16 Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas.

    17 Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.

    18 De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras.

    19 Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme.

    El discípulo amado

    20 Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?

    21 Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste?

    22 Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.

    23 Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?

    El libro entero, teniendo como tiene por objeto demostrar «que Jesús es el Hijo de Dios» contiene numerosas pruebas de su divinidad: 

    (a) La eternidad de Cristo (Jn. 1:1-2; 8:58; 12:34; 17:5). 

    Juan 1:1-2 

    El Verbo hecho carne

    1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

    2 Este era en el principio con Dios.

    Juan 8:58 

    58 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.

    Juan 12:34 

    34 Le respondió la gente: Nosotros hemos oído de la ley, que el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del Hombre?

    Juan 17:5

    5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.

    (b) Su omnipotencia manifestada en la creación (Jn. 1:3, 10) y en sus milagros (Jn. 5:36; 10:25, 37-38). 

    Juan 1:3, 10

    3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

    10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.

    Juan 5:36 

    36 Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado.

    Juan 10:25, 37-38

    25 Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí;

    37 Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis.

    38 Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.

    (c) Su omnisciencia (Jn. 1:46-50; 4:17-19). 

    Juan 1:46-50 

    46 Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.

    47 Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.

    48 Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.

    49 Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.

    50 Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás.

    Juan 4:17-19

    17 Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido;

    18 porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.

    19 Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta.

    (d) Su santidad absoluta (Jn. 8:13, 46), 

    Juan 8:13, 46

    13 Entonces los fariseos le dijeron: Tú das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.

    46 ¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?

    (e) Su igualdad con Dios (Jn. 5:18; 10:30, 31), 

    Juan 5:18 

    18 Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.

    Juan 10:30, 31

    30 Yo y el Padre uno somos.

    31 Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle.

    (f) Su sabiduría perfecta (Jn. 7:45, 46), 

    Juan 7:45, 46

    ¡Nunca ha hablado hombre así!

    45 Los alguaciles vinieron a los principales sacerdotes y a los fariseos; y éstos les dijeron: ¿Por qué no le habéis traído?

    46 Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!

    (g) Su omnipresencia (Jn. 3:13; 17:11-26), 

    Juan 3:13 

    13 Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.

    Juan 17:11-26

    11 Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.

    12 Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese.

    13 Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos.

    14 Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

    15 No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.

    16 No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

    17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.

    18 Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo.

    19 Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.

    20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,

    21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.

    22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.

    23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.

    24 Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.

    25 Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste.

    26 Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.

    (h) Las afirmaciones de las Escrituras (Jn. 5:39), 

    Juan 5:39

    39 Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí;

    (i) Los testimonios dados acerca de Él (Jn. 1:29-34, 45-49; 5:31, 33, 37). 

    Juan 1:29-34, 45-49 

    El Cordero de Dios

    29 El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

    30 Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.

    31 Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.

    32 También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.

    33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.

    34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

    45 Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.

    46 Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.

    47 Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.

    48 Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.

    49 Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.

    Juan 5:31, 33, 37

    31 Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero.

    33 Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio de la verdad.

    37 También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto,

    (j) Su resurrección (Jn. 20:8, 27-28; cfr. Hch. 2:24, 36; 5:30, 31; etc.). 

    Juan 20:8, 27-28 

    8 Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó.

    27 Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

    28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!

    Hechos 2:24, 36 

    24 al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.

    36 Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

    Hechos 5:30, 31

    30 El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero.

    31 A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados.

    (k) Su glorificación (Jn. 13:32; 16:10; cfr. Hch. 9:3; 26:13). 

    Juan 13:32 

    32 Si Dios es glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo, y en seguida le glorificará.

    Juan 16:10

    10 de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;

    Hechos 9:3 

    3 Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo;

    Hechos 26:13

    13 cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo.

    Frente a un tal Salvador bien puede el creyente prorrumpir: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn. 20:28). 

    Juan 20:28

    28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!

    «Estas (cosas) se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre» (Jn. 20:31). 

    Juan 20:31

    31 Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.

    Bibliografía: 

    Harrison, E. F.: «Juan, el Evangelio de la fe» (Pub. Portavoz Evangélico, Barcelona, 1981) 

    Meyer, F. B.: «La vida y la luz de los hombres y Amor hasta lo sumo» (Clíe, Terrassa, 1983) 

    Kelly, W.: «An Exposition of the Gospel of John» (C. A. Hammond, Londres 1966, reimpr. edición 1898) 

    Kelly, W.: «The Epistles of John the Apostle» (Bible Truth Publishers, Oak Park, Illinois, 1905, reimpr. 1970); 

    Smith, H.: «The Last Words» (Believers Bookshelf, Sunbury, Penn. s/f); 

    Stott, John R. W.: «Las cartas de Juan, introducción y comentario» (Ediciones Certeza, Buenos Aires, 1974).

    VÉASE: Evangelios , Gayo
  • DICCIONARIO
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  • Juan (Evangelio)

    (I) Autor. 

    Como sucede con los otros Evangelios, el cuarto no lleva el nombre de su autor, pero las pruebas internas y externas corroboran el testimonio tradicional que atribuye este Evangelio al apóstol Juan. 

    (A) Pruebas internas. 

    (a) El autor es uno de los apóstoles. El empleo que hace de la primera persona del plural lo demuestra (Jn. 1:14 y quizá Jn. 21:24). 

    Juan 1:14

    14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

    Juan 21:24

    24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero.

    La pertenencia del escritor al grupo de los apóstoles se constata asimismo en una gran cantidad de detalles, sobre todo en lo relativo a la impresión causada a los discípulos por los acontecimientos relativos a la vida de Cristo, etc. (Jn. 1:37; 2:11, 17; 4:27, 54; 9:2; 11:8-16; 12:4-6, 21, 22; 13:23-26; 18:15; 19:26, 27, 35; 20:8). 

    Juan 1:37 

    37 Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús.

    Juan 2:11, 17 

    11 Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.

    17 Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume.

    Juan 4:27, 54 

    27 En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella?

    54 Esta segunda señal hizo Jesús, cuando fue de Judea a Galilea.

    Juan 9:2 

    2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?

    Juan 11:8-16 

    8 Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá?

    9 Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo;

    10 pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él.

    11 Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.

    12 Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará.

    13 Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño.

    14 Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto;

    15 y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él.

    16 Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él.

    Juan 12:4-6, 21, 22 

    4 Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar:

    5 ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?

    6 Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella.

    21 Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús.

    22 Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús.

    Juan 13:23-26 

    23 Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús.

    24 A éste, pues, hizo señas Simón Pedro, para que preguntase quién era aquel de quien hablaba.

    25 El entonces, recostado cerca del pecho de Jesús, le dijo: Señor, ¿quién es?

    26 Respondió Jesús: A quien yo diere el pan mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón.

    Juan 18:15 

    Pedro en el patio de Anás

    15 Y seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Y este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote;

    Juan 19:26, 27, 35 

    26 Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.

    27 Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.

    35 Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis.

    Juan 20:8

    8 Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó.

    Hay además la clara afirmación de Jn. 21:24

    Juan 21:24

    24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero.

    (b) El discípulo al cual amaba Jesús es mencionado con frecuencia (Jn. 13:23; 19:26; 20:2; 21:7, 20, 21), y el pasaje de Jn. 21:20-24 afirma que este discípulo es el autor. 

    Juan 13:23 

    23 Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús.

    Juan 19:26 

    26 Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.

    Juan 20:2 

    2 Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.

    Juan 21:7, 20, 21

    7 Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella), y se echó al mar.

    El discípulo amado

    20 Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?

    21 Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste?

    Juan 21:20-24

    El discípulo amado

    20 Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?

    21 Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste?

    22 Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.

    23 Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?

    24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero.

    El libro cita los nombres de los apóstoles, con excepción de los de Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y los hijos de Zebedeo. Siendo que Mateo, Jacobo hijo de Alfeo y Simón el Zelote no se hallaban en el círculo íntimo, ninguno de ellos puede recibir el apelativo de «el discípulo al cual amaba Jesús». 

    En cuanto a Jacobo el hijo de Zebedeo, había muerto mucho antes de la redacción del cuarto Evangelio (Hch. 12:2), y no puede ser identificado con el autor. «El discípulo al cual amaba Jesús» es innegablemente el apóstol Juan. 

    Hechos 12:2

    2 Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan.

    (c) El griego del cuarto Evangelio está muy teñido de arameismos, lo cual es una indicación clara de que el redactor era judío. 

    (d) El redactor conoce a fondo la geografía de Palestina, y la historia y las costumbres de la época de Jesús (p. ej., Jn. 1:21, 28, 46; 2:6; 3:23; 4:5, 27; 5:2, 3; 7:40-52; 9:7; 10:22, 23; 11:18; 18:28; 19:31). 

    Juan 1:21, 28, 46 

    21 Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No.

    28 Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

    46 Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.

    Juan 2:6 

    6 Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros.

    Juan 3:23 

    23 Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados.

    Juan 4:5, 27 

    5 Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José.

    27 En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella?

    Juan 5:2, 3 

    2 Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos.

    3 En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua.

    Juan 7:40-52 

    División entre la gente

    40 Entonces algunos de la multitud, oyendo estas palabras, decían: Verdaderamente éste es el profeta.

    41 Otros decían: Este es el Cristo. Pero algunos decían: ¿De Galilea ha de venir el Cristo?

    42 ¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Cristo?

    43 Hubo entonces disensión entre la gente a causa de él.

    44 Y algunos de ellos querían prenderle; pero ninguno le echó mano.

    ¡Nunca ha hablado hombre así!

    45 Los alguaciles vinieron a los principales sacerdotes y a los fariseos; y éstos les dijeron: ¿Por qué no le habéis traído?

    46 Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!

    47 Entonces los fariseos les respondieron: ¿También vosotros habéis sido engañados?

    48 ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes, o de los fariseos?

    49 Mas esta gente que no sabe la ley, maldita es.

    50 Les dijo Nicodemo, el que vino a él de noche, el cual era uno de ellos:

    51 ¿Juzga acaso nuestra ley a un hombre si primero no le oye, y sabe lo que ha hecho?

    52 Respondieron y le dijeron: ¿Eres tú también galileo? Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta.

    Juan 9:7 

    7 y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.

    Juan 10:22, 23 

    Los judíos rechazan a Jesús

    22 Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno,

    23 y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón.

    Juan 11:18 

    18 Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios;

    Juan 18:28 

    28 Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era de mañana, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua.

    Juan 19:31

    El costado de Jesús traspasado

    31 Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí.

    Este libro presenta aún más rasgos personales que los otros Evangelios. 

    Todas estas pruebas internas confirman de una manera notable la atribución del cuarto Evangelio al apóstol Juan. 

    (B) Las pruebas externas son de dos clases: 

    (a) La mención formal del nombre del autor y (b) el empleo del cuarto Evangelio en los documentos antiguos demuestran la alta estima en que se tenía a este escrito. Ireneo, obispo de Lyon hacia el año 185 y discípulo de Policarpo (que había sido discípulo de Juan), afirma categóricamente que el apóstol había escrito su Evangelio en Éfeso y que los otros tres Evangelios ya existían antes. 

    Al final del siglo II y al inicio del III, Clemente de Alejandría, Tertuliano y Orígenes coinciden en ello. Las pruebas externas del segundo tipo dan testimonio de la existencia del cuarto Evangelio y de la confianza que inspiraba. 

    La Didaché (alrededor del año 110 d.C.) parece haber sacado algunas de sus fórmulas de la terminología juanina. 

    Las Epístolas de Ignacio (que no son posteriores al año 117) muestran que éste conocía bien el cuarto Evangelio, que lo consideraba como poseyendo autoridad para él, y probablemente, para las iglesias de Asia Menor, al inicio del siglo II. 

    El texto más antiguo que se conoce del NT es un fragmento de una página de un códice de papiro, que la paleografía sitúa hacia el año 125. Este fragmento, que se conserva en la Biblioteca John Rylands, de la Universidad de Manchester, contiene algunos versículos de Juan 18

    Debido a que fue hallado en Egipto, constituye una indicación de la rapidez con que se esparció el cuarto Evangelio. 

    Otro fragmento de papiro, fechado alrededor del año 140, relata episodios de la vida de Jesús, sacando parte de sus enseñanzas de este Evangelio. 

    Justino Mártir (alrededor del año 150) alude innegablemente a este Evangelio y lo considera como «una de las memorias de los apóstoles» llamadas Evangelios, según él, y redactados por los apóstoles y sus asociados. 

    El Evangelio de Pedro y los Hechos de Juan, dos libros apócrifos de alrededor del año 150, presentan rasgos evidentes del pensamiento juanino. El Diatessaron de Taciano (alrededor del año 170) es una armonía de nuestros cuatro Evangelios canónicos. 

    El ms. Sinaítico que contiene los antiguos Evangelios en siríaco indica que en el siglo II la iglesia siríaca había admitido nuestros cuatro Evangelios. 

    Finalmente, es cosa cierta que incluso los primeros herejes gnósticos del siglo II, p. ej., Basílides (hacia los años 120-140), Heracleón (hacia 160-180) y, quizá, Valentino (hacia 140-160), citaban e incluso comentaban el cuarto Evangelio. 

    Así pues, las pruebas externas se unen a las internas para señalar a Juan como el autor del cuarto Evangelio; demuestran además que en extensas regiones el cuarto Evangelio ya constituía una autoridad en la Iglesia inmediatamente posterior a los apóstoles. 

    Sin embargo, numerosos críticos rechazan el fundamento de la argumentación anteriormente presentada. Creen que el autor del cuarto Evangelio no es el apóstol Juan; este último no habría sido más que el testigo ocular en el que se habría basado el evangelista (Jn. 19:35; 21:24). 

    Juan 19:35 

    35 Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis.

    Juan 21:24

    24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero.

    Según estos críticos, el redactor del Evangelio, discípulo de Juan el apóstol, habría redactado su texto en base a los recuerdos y a la enseñanza de su maestro. 

    Este redactor sería desconocido, a no ser que se quiera ver en él a un tal «Juan el Anciano», del que mucho se ha hablado modernamente, pero del que nada se sabe. 

    Por lo demás, una buena cantidad de eruditos modernos consideran que Juan el Anciano no es otro que Juan el apóstol. De todas maneras, las suposiciones en las que se basan los críticos carecen de fundamento sólido, y no pueden servir de base para negar que el discípulo de Cristo fuera el autor del cuarto Evangelio 

    Está demostrado además que este libro fue escrito en Asia Menor (en Éfeso según la tradición) en el último cuarto del siglo I. 

    Los adversarios de Jesús son simplemente designados por el nombre de judíos (Jn. 1:19; 2:18; 5:10; 7:15; etc. ) se dan explicaciones acerca de las fiestas judías (Jn. 6:4; 7:2; 11:55; 19:31); el nombre del mar de Galilea va acompañado de la expresión pagana «el de Tiberias» (Jn. 6:1). 

    Juan 1:19 

    Testimonio de Juan el Bautista

    19 Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres?

    Juan 2:18 

    18 Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?

    Juan 5:10 

    10 Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho.

    Juan 7:15

    15 Y se maravillaban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?

    Juan 6:4 

    4 Y estaba cerca la pascua, la fiesta de los judíos.

    Juan 7:2 

    2 Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos;

    Juan 11:55 

    55 Y estaba cerca la pascua de los judíos; y muchos subieron de aquella región a Jerusalén antes de la pascua, para purificarse.

    Juan 19:31

    El costado de Jesús traspasado

    31 Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí.

    Juan 6:1

    Alimentación de los cinco mil

    1 Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias.

    En el prólogo, Cristo recibe el nombre de «el Verbo de Dios», lo que demuestra que, en la época de ser escrito, el cristianismo se hallaba en un medio de movimientos filosóficos que se sabe que existían entonces en Asia Menor. 

    Todo esto explica el propósito, además manifiesto, de este escrito: exponer el testimonio que Cristo dio de sí mismo como Hijo de Dios venido en la carne y como Salvador del mundo (Jn. 20:30, 31). 

    Juan 20:30, 31

    El propósito del libro

    30 Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro.

    31 Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.

    El autor da por supuesto el conocimiento de numerosos episodios de los Evangelios Sinópticos por parte de sus lectores (véase EVANGELIOS). 

    Los sinoptistas no habían registrado los grandes discursos del Señor que constituyen la respuesta a los ataques de los judíos contra su divinidad o la revelación a sus discípulos del misterio de su persona y de la relación espiritual que ellos tenían con Él. 

    Juan se decidió a consignar por escrito este testimonio personal de Jesús, tarea tanto más urgente cuanto que se suscitaban falsas doctrinas que negaban ciertos aspectos de la persona de Cristo.

    Naturalmente, el apóstol unió a todo ello numerosos detalles sacados de sus recuerdos personales. 

    Como resultado la Iglesia recibió un retrato integral de su Señor bajo su aspecto a la vez humano y divino. 

    (II) CONTENIDO. El Evangelio de Juan se inicia con un prólogo (Jn. 1:1-8), donde el apóstol resume la gran verdad manifestada por la vida de Cristo: la existencia de una Segunda Persona divina que revela a Dios y que, por este motivo, recibe el nombre de «el Verbo». 

    Juan 1:1-8

    El Verbo hecho carne

    1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

    2 Este era en el principio con Dios.

    3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

    4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

    5 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

    6 Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.

    7 Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.

    8 No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.

    Fuente universal de vida y de luz en la creación, esta Palabra eterna se encarna en Jesucristo, revela a Dios a los creyentes, y les transmite la salvación. 

    Después Juan relata: 

    (A) Los primeros testimonios relativos a Jesús, dados por Juan el Bautista y por Jesús mismo en presencia de sus primeros discípulos (Jn. 1:19-2:11). 

    Juan 1:19-51

    Testimonio de Juan el Bautista

    19 Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres?

    20 Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo.

    21 Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No.

    22 Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?

    23 Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.

    24 Y los que habían sido enviados eran de los fariseos.

    25 Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?

    26 Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.

    27 Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.

    28 Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

    El Cordero de Dios

    29 El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

    30 Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.

    31 Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.

    32 También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.

    33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.

    34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

    Los primeros discípulos

    35 El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos.

    36 Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios.

    37 Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús.

    38 Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras?

    39 Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era como la hora décima.

    40 Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús.

    41 Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo).

    42 Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro).

    Jesús llama a Felipe y a Natanael

    43 El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme.

    44 Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro.

    45 Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.

    46 Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.

    47 Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.

    48 Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.

    49 Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.

    50 Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás.

    51 Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.

    Juan 2:1-11

    Las bodas de Caná

    1 Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús.

    2 Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos.

    3 Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino.

    4 Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.

    5 Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere.

    6 Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros.

    7 Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.

    8 Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron.

    9 Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo,

    10 y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora.

    11 Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.

    (B) Lo que Cristo mismo revela de su propia persona en una serie de acciones y, sobre todo, de discursos, dirigidos tanto a los inquirientes como a los adversarios (Jn. 2:12-12:50). 

    Juan 2:12

    12 Después de esto descendieron a Capernaum, él, su madre, sus hermanos y sus discípulos; y estuvieron allí no muchos días.

    Ello incluye: 

    (a) el testimonio que Jesús da de su propia persona, la primera vez que interviene durante la Pascua (Jn. 2:12- 25); la conversación con Nicodemo (Jn. 3:1-21); el reiterado testimonio de Juan el Bautista (Jn. 3:22-36); 

    Juan 2:12-25

    12 Después de esto descendieron a Capernaum, él, su madre, sus hermanos y sus discípulos; y estuvieron allí no muchos días.

    Jesús purifica el templo

    13 Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén,

    14 y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados.

    15 Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas;

    16 y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado.

    17 Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume.

    18 Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?

    19 Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.

    20 Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?

    21 Mas él hablaba del templo de su cuerpo.

    22 Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho.

    Jesús conoce a todos los hombres

    23 Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía.

    24 Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos,

    25 y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre.

    Juan 3:1-21

    Jesús y Nicodemo

    1 Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.

    2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.

    3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.

    4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?

    5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.

    6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

    7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.

    8 El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.

    9 Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto?

    10 Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?

    11 De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio.

    12 Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?

    13 Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.

    14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,

    15 para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

    De tal manera amó Dios al mundo

    16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

    17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

    18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.

    19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.

    20 Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.

    21 Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.

    Juan 3:22-36

    El amigo del esposo

    22 Después de esto, vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea, y estuvo allí con ellos, y bautizaba.

    23 Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados.

    24 Porque Juan no había sido aún encarcelado.

    25 Entonces hubo discusión entre los discípulos de Juan y los judíos acerca de la purificación.

    26 Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, mira que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él.

    27 Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo.

    28 Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él.

    29 El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido.

    30 Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.

    El que viene de arriba

    31 El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos.

    32 Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio.

    33 El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz.

    34 Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida.

    35 El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano.

    36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.

    (b) la conversación con la mujer samaritana (Jn. 4:1-42); 

    Juan 4:1-42

    Jesús y la mujer samaritana

    1 Cuando, pues, el Señor entendió que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan

    2 (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos),

    3 salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea.

    4 Y le era necesario pasar por Samaria.

    5 Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José.

    6 Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta.

    7 Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber.

    8 Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer.

    9 La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí.

    10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.

    11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?

    12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?

    13 Respondió Jesús y le dijo:Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed;

    14 mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.

    15 La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.

    16 Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá.

    17 Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido;

    18 porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.

    19 Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta.

    20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.

    21 Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.

    22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos.

    23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.

    24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.

    25 Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas.

    26 Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.

    27 En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella?

    28 Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres:

    29 Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?

    30 Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él.

    31 Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come.

    32 El les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis.

    33 Entonces los discípulos decían unos a otros: ¿Le habrá traído alguien de comer?

    34 Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.

    35 ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.

    36 Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega.

    37 Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega.

    38 Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.

    39 Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho.

    40 Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días.

    41 Y creyeron muchos más por la palabra de él,

    42 y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.

    (c) el segundo milagro que hizo en Galilea (Jn. 4:43-54); 

    Juan 4:43-54

    Jesús sana al hijo de un noble

    43 Dos días después, salió de allí y fue a Galilea.

    44 Porque Jesús mismo dio testimonio de que el profeta no tiene honra en su propia tierra.

    45 Cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron, habiendo visto todas las cosas que había hecho en Jerusalén, en la fiesta; porque también ellos habían ido a la fiesta.

    46 Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo.

    47 Este, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir.

    48 Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis.

    49 El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera.

    50 Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue.

    51 Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive.

    52 Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre.

    53 El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa.

    54 Esta segunda señal hizo Jesús, cuando fue de Judea a Galilea.

    (d) la contestación de Jesús a los judíos que negaban su divinidad y su autoridad (Jn. 5); 

    (e) el discurso en el que Jesús se presentó como el pan de vida (Jn. 6); 

    (f) la afirmación renovada de su autoridad y de su filiación divina durante la fiesta de los Tabernáculos (Jn. 7-8); 

    (g) la curación de un ciego y la parábola del buen pastor (Jn. 9:1-10:21); 

    Juan 9:1-41

    Jesús sana a un ciego de nacimiento

    1 Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento.

    2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?

    3 Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.

    4 Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar.

    5 Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo.

    6 Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego,

    7 y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.

    8 Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?

    9 Unos decían: El es; y otros: A él se parece. El decía: Yo soy.

    10 Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos?

    11 Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista.

    12 Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? El dijo: No sé.

    Los fariseos interrogan al ciego sanado

    13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego.

    14 Y era día de reposo cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos.

    15 Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista. El les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo.

    16 Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? Y había disensión entre ellos.

    17 Entonces volvieron a decirle al ciego: ¿Qué dices tú del que te abrió los ojos? Y él dijo: Que es profeta.

    18 Pero los judíos no creían que él había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista,

    19 y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?

    20 Sus padres respondieron y les dijeron: Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego;

    21 pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo.

    22 Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga.

    23 Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él.

    24 Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador.

    25 Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.

    26 Le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?

    27 El les respondió: Ya os lo he dicho, y no habéis querido oir; ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos?

    28 Y le injuriaron, y dijeron: Tú eres su discípulo; pero nosotros, discípulos de Moisés somos.

    29 Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a ése, no sabemos de dónde sea.

    30 Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos.

    31 Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye.

    32 Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego.

    33 Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer.

    34 Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron.

    Ceguera espiritual

    35 Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios?

    36 Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él?

    37 Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es.

    38 Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró.

    39 Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados.

    40 Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también ciegos?

    41 Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece.

    Juan 10:1-21

    Parábola del redil

    1 De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador.

    2 Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es.

    3 A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca.

    4 Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.

    5 Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.

    6 Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.

    Jesús, el buen pastor

    7 Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.

    8 Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas.

    9 Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.

    10 El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.

    11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.

    12 Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.

    13 Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.

    14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,

    15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.

    16 También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.

    17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.

    18 Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.

    19 Volvió a haber disensión entre los judíos por estas palabras.

    20 Muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís?

    21 Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?

    (h) el último testimonio de Cristo a los judíos (Jn. 9:22-41); 

    Juan 9:22-41

    22 Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga.

    23 Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él.

    24 Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador.

    25 Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.

    26 Le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?

    27 El les respondió: Ya os lo he dicho, y no habéis querido oir; ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos?

    28 Y le injuriaron, y dijeron: Tú eres su discípulo; pero nosotros, discípulos de Moisés somos.

    29 Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a ése, no sabemos de dónde sea.

    30 Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos.

    31 Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye.

    32 Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego.

    33 Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer.

    34 Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron.

    Ceguera espiritual

    35 Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios?

    36 Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él?

    37 Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es.

    38 Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró.

    39 Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados.

    40 Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también ciegos?

    41 Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece.

    (i) la resurrección de Lázaro y sus consecuencias (Jn. 11); 

    (j) las declaraciones de Jesús durante la unción en Betania, durante la entrada triunfal en Jerusalén y la entrevista con los griegos (Jn. 12). 

    (C) La revelación de Cristo acerca de Sí mismo en relación con Su muerte y resurrección (Jn. 13:1-21:25). 

    Juan 13:1

    Jesús lava los pies de sus discípulos

    1 Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.

    Esta sección incluye: 

    (a) las últimas palabras de Jesús con sus discípulos (Jn. 13-17). 

    (b) Su arresto, juicio, crucifixión, durante todo lo cual testificó acerca de su divinidad y misión, en particular ante Pilato (Jn. 18-19). 

    (c) Su resurrección y un cierto número de testimonios a este respecto (Jn. 20-21). 

    El autor parece haber añadido el capítulo 21 como un apéndice a su obra, que en principio hubiera tenido su fin con el capítulo 20. 

    El cuarto Evangelio muestra que Jesús no es solamente el Hijo del Hombre sino también el Hijo eterno de Dios. 

    Su persona, sus enseñanzas, su obra redentora, todo ello ha servido para revelar a Dios y dar la vida eterna a aquellos que le reciben. 

    Juan presenta la misión de Jesús como el punto culminante de la autorrevelación de Dios; y Cristo comunica a los creyentes esta luz por medio de la cual llegan al conocimiento de las verdades más sublimes. 

    Así, les es otorgada la comunión espiritual con Dios, que constituye la vida eterna, la plenitud, el bien supremo, la salvación perfecta. Calvino dice de este Evangelio que es «la llave que abre la puerta a la comprensión de los otros tres». 

    Si los primeros evangelistas relatan qué es lo que Jesús «hizo», éste revela ante todo lo que Jesús «es». El «discípulo a quien ama Jesús» ha sabido dar a su libro un carácter singular en lo entrañable de su conocimiento profundo del Salvador. 

    Se pueden contar siete capítulos y medio de conversaciones privadas y de cura de almas: Jesús en privado con: Nicodemo (Jn. 3), la samaritana (Jn. 4), los apóstoles (Jn. 13-16), Dios (Jn. 17), Pilato (Jn. 18:33-38; 19:8-11), Pedro (Jn. 21:15-23). 

    Juan 18:33-38 

    33 Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos?

    34 Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?

    35 Pilato le respondió: ¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?

    36 Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.

    37 Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.

    38 Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito.

    Juan 19:8-11

    8 Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo.

    9 Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Mas Jesús no le dio respuesta.

    10 Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte?

    11 Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene.

    Juan 21:15-23

    Apacienta mis ovejas

    15 Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. El le dijo: Apacienta mis corderos.

    16 Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas.

    17 Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.

    18 De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras.

    19 Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme.

    El discípulo amado

    20 Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?

    21 Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste?

    22 Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.

    23 Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?

    Escribiendo después de los otros, Juan se esfuerza en relatar las cosas inéditas: milagros (Jn. 2:7; 4:50; 5:8; 9:7; 11:43; 21:6), parábolas (Jn. 4:10-14; 6:32-58; 10:1-30; 15:1-8), acciones (Jn. 8:3-11; 13:1-17; 21:15-23), discursos (Jn. 13-16), oración (Jn. 17). 

    Juan 2:7 

    7 Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.

    Juan 4:50 

    50 Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue.

    Juan 5:8 

    8 Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda.

    Juan 9:7 

    7 y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.

    Juan 11:43 

    43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!

    Juan 21:6

    6 El les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.

    Juan 4:10-14 

    10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.

    11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?

    12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?

    13 Respondió Jesús y le dijo:Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed;

    14 mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.

    Juan 6:32-58 

    32 Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo.

    33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.

    34 Le dijeron: Señor, danos siempre este pan.

    35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.

    36 Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis.

    37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.

    38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.

    39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.

    40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

    41 Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo.

    42 Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?

    43 Jesús respondió y les dijo:No murmuréis entre vosotros.

    44 Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.

    45 Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí.

    46 No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre.

    47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.

    48 Yo soy el pan de vida.

    49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron.

    50 Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera.

    51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.

    52 Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?

    53 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.

    54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

    55 Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.

    56 El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.

    57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.

    58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente.

    Juan 10:1-30 

    Parábola del redil

    1 De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador.

    2 Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es.

    3 A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca.

    4 Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.

    5 Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.

    6 Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.

    Jesús, el buen pastor

    7 Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.

    8 Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas.

    9 Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.

    10 El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.

    11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.

    12 Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.

    13 Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.

    14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,

    15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.

    16 También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.

    17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.

    18 Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.

    19 Volvió a haber disensión entre los judíos por estas palabras.

    20 Muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís?

    21 Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?

    Los judíos rechazan a Jesús

    22 Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno,

    23 y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón.

    24 Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.

    25 Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí;

    26 pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.

    27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,

    28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.

    29 Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.

    30 Yo y el Padre uno somos.

    Juan 15:1-8

    Jesús, la vid verdadera

    1 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.

    2 Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.

    3 Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.

    4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

    5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.

    6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.

    7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.

    8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.

    Juan 8:3-11 

    3 Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio,

    4 le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio.

    5 Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?

    6 Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo.

    7 Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.

    8 E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra.

    9 Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.

    10 Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?

    11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.

    Juan 13:1-17 

    Jesús lava los pies de sus discípulos

    1 Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.

    2 Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase,

    3 sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba,

    4 se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó.

    5 Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido.

    6 Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies?

    7 Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después.

    8 Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.

    9 Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza.

    10 Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos.

    11 Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos.

    12 Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho?

    13 Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy.

    14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros.

    15 Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.

    16 De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió.

    17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.

    Juan 21:15-23

    Apacienta mis ovejas

    15 Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. El le dijo: Apacienta mis corderos.

    16 Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas.

    17 Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.

    18 De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras.

    19 Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme.

    El discípulo amado

    20 Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?

    21 Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste?

    22 Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.

    23 Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?

    El libro entero, teniendo como tiene por objeto demostrar «que Jesús es el Hijo de Dios» contiene numerosas pruebas de su divinidad: 

    (a) La eternidad de Cristo (Jn. 1:1-2; 8:58; 12:34; 17:5). 

    Juan 1:1-2 

    El Verbo hecho carne

    1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

    2 Este era en el principio con Dios.

    Juan 8:58 

    58 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.

    Juan 12:34 

    34 Le respondió la gente: Nosotros hemos oído de la ley, que el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del Hombre?

    Juan 17:5

    5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.

    (b) Su omnipotencia manifestada en la creación (Jn. 1:3, 10) y en sus milagros (Jn. 5:36; 10:25, 37-38). 

    Juan 1:3, 10

    3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

    10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.

    Juan 5:36 

    36 Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado.

    Juan 10:25, 37-38

    25 Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí;

    37 Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis.

    38 Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.

    (c) Su omnisciencia (Jn. 1:46-50; 4:17-19). 

    Juan 1:46-50 

    46 Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.

    47 Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.

    48 Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.

    49 Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.

    50 Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás.

    Juan 4:17-19

    17 Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido;

    18 porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.

    19 Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta.

    (d) Su santidad absoluta (Jn. 8:13, 46), 

    Juan 8:13, 46

    13 Entonces los fariseos le dijeron: Tú das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.

    46 ¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?

    (e) Su igualdad con Dios (Jn. 5:18; 10:30, 31), 

    Juan 5:18 

    18 Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.

    Juan 10:30, 31

    30 Yo y el Padre uno somos.

    31 Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle.

    (f) Su sabiduría perfecta (Jn. 7:45, 46), 

    Juan 7:45, 46

    ¡Nunca ha hablado hombre así!

    45 Los alguaciles vinieron a los principales sacerdotes y a los fariseos; y éstos les dijeron: ¿Por qué no le habéis traído?

    46 Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!

    (g) Su omnipresencia (Jn. 3:13; 17:11-26), 

    Juan 3:13 

    13 Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.

    Juan 17:11-26

    11 Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.

    12 Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese.

    13 Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos.

    14 Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

    15 No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.

    16 No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

    17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.

    18 Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo.

    19 Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.

    20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,

    21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.

    22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.

    23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.

    24 Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.

    25 Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste.

    26 Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.

    (h) Las afirmaciones de las Escrituras (Jn. 5:39), 

    Juan 5:39

    39 Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí;

    (i) Los testimonios dados acerca de Él (Jn. 1:29-34, 45-49; 5:31, 33, 37). 

    Juan 1:29-34, 45-49 

    El Cordero de Dios

    29 El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

    30 Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.

    31 Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.

    32 También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.

    33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.

    34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

    45 Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.

    46 Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.

    47 Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.

    48 Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.

    49 Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.

    Juan 5:31, 33, 37

    31 Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero.

    33 Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio de la verdad.

    37 También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto,

    (j) Su resurrección (Jn. 20:8, 27-28; cfr. Hch. 2:24, 36; 5:30, 31; etc.). 

    Juan 20:8, 27-28 

    8 Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó.

    27 Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

    28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!

    Hechos 2:24, 36 

    24 al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.

    36 Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

    Hechos 5:30, 31

    30 El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero.

    31 A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados.

    (k) Su glorificación (Jn. 13:32; 16:10; cfr. Hch. 9:3; 26:13). 

    Juan 13:32 

    32 Si Dios es glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo, y en seguida le glorificará.

    Juan 16:10

    10 de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;

    Hechos 9:3 

    3 Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo;

    Hechos 26:13

    13 cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo.

    Frente a un tal Salvador bien puede el creyente prorrumpir: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn. 20:28). 

    Juan 20:28

    28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!

    «Estas (cosas) se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre» (Jn. 20:31). 

    Juan 20:31

    31 Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.

    Bibliografía: 

    Harrison, E. F.: «Juan, el Evangelio de la fe» (Pub. Portavoz Evangélico, Barcelona, 1981) 

    Meyer, F. B.: «La vida y la luz de los hombres y Amor hasta lo sumo» (Clíe, Terrassa, 1983) 

    Kelly, W.: «An Exposition of the Gospel of John» (C. A. Hammond, Londres 1966, reimpr. edición 1898) 

    Kelly, W.: «The Epistles of John the Apostle» (Bible Truth Publishers, Oak Park, Illinois, 1905, reimpr. 1970); 

    Smith, H.: «The Last Words» (Believers Bookshelf, Sunbury, Penn. s/f); 

    Stott, John R. W.: «Las cartas de Juan, introducción y comentario» (Ediciones Certeza, Buenos Aires, 1974).

    VÉASE:
    Evangelios , Gayo
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