vet, (gr. «Magoi», del viejo persa «Magav», «grande»). Nombre dado a los sabios que llegaron de Oriente para adorar al niño Jesús (Mt. 2:1).
Mateo 2:1
1 Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos,
Los magos eran una casta sacerdotal numerosa, que constituía una de las seis tribus medas (Herodoto 1:101). Cuando los persas sometieron a los medos, los magos no perdieron su influencia. Intentaron vanamente apoderarse del trono, sufriendo por ello una horrenda matanza, pero pronto volvieron a recuperar su gran influencia (Herodoto 3:79).
Los magos adoraban el aire, la tierra, el agua y, sobre todo, el fuego, cuyo culto se celebraba generalmente bajo unos techos, donde noche y día mantenían viva la llama sagrada. Los cadáveres no podían ser ni quemados ni enterrados, ni dejados a las aguas, ni expuestos a la descomposición en pleno aire, lo que hubiera contaminado uno de los elementos de su culto. Es por esta razón que eran abandonados a las fieras o a las aves de rapiña (cfr. Herodoto 1:140; Estrabón 15:3, 20).
Los magos elevaban torres, llamadas torres del silencio, provistas en su parte superior de barras transversales a modo de perchas, sobre las que se posaban los buitres y cuervos que cumplían su siniestra función. Las vestiduras sacerdotales de los magos se componía de un ropaje blanco y un alto turbante de fieltro con dos piezas que ocultaban las mejillas. Se proclamaban mediadores entre Dios y el hombre, y ofrecían los sacrificios (Herodoto 1:132; 7:43), e interpretaban los sueños, los presagios, pretendían poder preanunciar el porvenir (Herodoto 1:107, 120; 7:19, 37, 113).
Procuraban matar diligentemente a todos los animales que provenían, según ellos, de una creación mala (Herodoto 1:140). Los extranjeros prestaban menos atención a sus doctrinas y a su ceremonial que a sus encantamientos. Poco a poco, los griegos vinieron a llamar «mago» a todo adivino que empleara los métodos y sortilegios de Oriente. El judío Barjesús era mago (Hch. 13:6), lo mismo que aquel Simón que había engañado mucho tiempo a los samaritanos (Hch. 8:9). (Véanse MAGIA, ADIVINACIÓN.)
Hechos 13:6
6 Y habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, hallaron a cierto mago, falso profeta, judío, llamado Barjesús,
Hechos 8:9
9 Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande.
En cuanto a los magos de Mt. 2:1, es imposible determinar su número por la mera mención de su triple don; tampoco se les puede denominar reyes aplicando Sal. 68:30-32; Is. 49:7; 60:3,10.
Mateo 2:1
1 Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos,
Salmos 68:30-32
30 Reprime la reunión de gentes armadas, La multitud de toros con los becerros de los pueblos, Hasta que todos se sometan con sus piezas de plata; Esparce a los pueblos que se complacen en la guerra.
31 Vendrán príncipes de Egipto; Etiopía se apresurará a extender sus manos hacia Dios.
32 Reinos de la tierra, cantad a Dios, Cantad al Señor; Selah
Isaías 49:7
7 Así ha dicho Jehová, Redentor de Israel, el Santo suyo, al menospreciado de alma, al abominado de las naciones, al siervo de los tiranos: Verán reyes, y se levantarán príncipes, y adorarán por Jehová; porque fiel es el Santo de Israel, el cual te escogió.
Isaías 60:3,10
3 Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento.
10 Y extranjeros edificarán tus muros, y sus reyes te servirán; porque en mi ira te castigué, mas en mi buena voluntad tendré de ti misericordia.
También está en pie la cuestión de si pudieron ser de origen persa, como podría indicar un uso estricto del término «magos», o si podría tratarse de caldeos de Babilonia, como pudiera ser con un uso más amplio del mismo término.
La espera, por parte de los judíos, del Mesías llamado a reinar sobre todo el mundo, era en aquella época conocida en todo el Oriente; es posible que fuera ello lo que llevara a unos astrólogos paganos a viajar a Jerusalén al haber visto una señal prodigiosa en el cielo (véase ESTRELLA DE ORIENTE).
vet, (gr. «Magoi», del viejo persa «Magav», «grande»). Nombre dado a los sabios que llegaron de Oriente para adorar al niño Jesús (Mt. 2:1).
Mateo 2:1
1 Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos,
Los magos eran una casta sacerdotal numerosa, que constituía una de las seis tribus medas (Herodoto 1:101). Cuando los persas sometieron a los medos, los magos no perdieron su influencia. Intentaron vanamente apoderarse del trono, sufriendo por ello una horrenda matanza, pero pronto volvieron a recuperar su gran influencia (Herodoto 3:79).
Los magos adoraban el aire, la tierra, el agua y, sobre todo, el fuego, cuyo culto se celebraba generalmente bajo unos techos, donde noche y día mantenían viva la llama sagrada. Los cadáveres no podían ser ni quemados ni enterrados, ni dejados a las aguas, ni expuestos a la descomposición en pleno aire, lo que hubiera contaminado uno de los elementos de su culto. Es por esta razón que eran abandonados a las fieras o a las aves de rapiña (cfr. Herodoto 1:140; Estrabón 15:3, 20).
Los magos elevaban torres, llamadas torres del silencio, provistas en su parte superior de barras transversales a modo de perchas, sobre las que se posaban los buitres y cuervos que cumplían su siniestra función. Las vestiduras sacerdotales de los magos se componía de un ropaje blanco y un alto turbante de fieltro con dos piezas que ocultaban las mejillas. Se proclamaban mediadores entre Dios y el hombre, y ofrecían los sacrificios (Herodoto 1:132; 7:43), e interpretaban los sueños, los presagios, pretendían poder preanunciar el porvenir (Herodoto 1:107, 120; 7:19, 37, 113).
Procuraban matar diligentemente a todos los animales que provenían, según ellos, de una creación mala (Herodoto 1:140). Los extranjeros prestaban menos atención a sus doctrinas y a su ceremonial que a sus encantamientos. Poco a poco, los griegos vinieron a llamar «mago» a todo adivino que empleara los métodos y sortilegios de Oriente. El judío Barjesús era mago (Hch. 13:6), lo mismo que aquel Simón que había engañado mucho tiempo a los samaritanos (Hch. 8:9). (Véanse MAGIA, ADIVINACIÓN.)
Hechos 13:6
6 Y habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, hallaron a cierto mago, falso profeta, judío, llamado Barjesús,
Hechos 8:9
9 Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande.
En cuanto a los magos de Mt. 2:1, es imposible determinar su número por la mera mención de su triple don; tampoco se les puede denominar reyes aplicando Sal. 68:30-32; Is. 49:7; 60:3,10.
Mateo 2:1
1 Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos,
Salmos 68:30-32
30 Reprime la reunión de gentes armadas, La multitud de toros con los becerros de los pueblos, Hasta que todos se sometan con sus piezas de plata; Esparce a los pueblos que se complacen en la guerra.
31 Vendrán príncipes de Egipto; Etiopía se apresurará a extender sus manos hacia Dios.
32 Reinos de la tierra, cantad a Dios, Cantad al Señor; Selah
Isaías 49:7
7 Así ha dicho Jehová, Redentor de Israel, el Santo suyo, al menospreciado de alma, al abominado de las naciones, al siervo de los tiranos: Verán reyes, y se levantarán príncipes, y adorarán por Jehová; porque fiel es el Santo de Israel, el cual te escogió.
Isaías 60:3,10
3 Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento.
10 Y extranjeros edificarán tus muros, y sus reyes te servirán; porque en mi ira te castigué, mas en mi buena voluntad tendré de ti misericordia.
También está en pie la cuestión de si pudieron ser de origen persa, como podría indicar un uso estricto del término «magos», o si podría tratarse de caldeos de Babilonia, como pudiera ser con un uso más amplio del mismo término.
La espera, por parte de los judíos, del Mesías llamado a reinar sobre todo el mundo, era en aquella época conocida en todo el Oriente; es posible que fuera ello lo que llevara a unos astrólogos paganos a viajar a Jerusalén al haber visto una señal prodigiosa en el cielo (véase ESTRELLA DE ORIENTE).