Diccionario
Diccionario
  • Evangelios

    Al principio, y en el mismo NT, el término evangelio no designaba ningún libro, sino el mensaje, la buena nueva. Durante el período postapostólico (hacia el año 150 d.C., Justino Mártir, Apol. 1:66), sin embargo, el término «Euangelion» designaba ya además los escritos en los que los apóstoles daban testimonio de Jesús. Cada uno de estos escritos recibió el nombre de Evangelio; también se dio el nombre de Evangelio al conjunto de los cuatro escritos. 

    (a) Los cuatro evangelios. El testimonio de la historia da prueba de que, desde el mismo principio, se atribuyeron los cuatro evangelios, respectivamente, a Mateo, Marcos, Lucas y Juan; ya en el mismo inicio de la era postapostólica la Iglesia consideró a los Evangelios como documentos autorizados, que presentaban el testimonio apostólico sobre la vida y la enseñanza de Cristo. Durante el siglo II se citaban, comentaban y leían los Evangelios: su autenticidad es incontestable. El examen de las epístolas del NT demuestra asimismo que sus alusiones a Jesús y a sus obras concuerdan con los relatos de los Evangelios. 

    Podemos así tenerlos como totalmente dignos de crédito. Los tres primeros evangelios presentan una gran cantidad de analogías. Presentan en general la vida del Señor bajo el mismo aspecto. Se les denomina Evangelios Sinópticos (del gr. «synopsis», «vista de conjunto»). Son, en cambio, de un carácter totalmente distinto del Evangelio de Juan. El tema principal de los Sinópticos es el ministerio de Cristo en Galilea; el cuarto evangelio, en cambio, destaca su actividad en Judea; sin embargo, la traición, el arresto, juicio, crucifixión, y la resurrección, son de tal importancia que aparecen en los cuatro evangelios. 

    El único episodio anterior que figura en todos cuatro evangelios es la multiplicación de panes para alimentar a los 5.000. Los Sinópticos se refieren relativamente poco a la divinidad de Cristo, en tanto que Juan recalca el testimonio del mismo Jesús a este respecto. Los Sinópticos presentan sobre todo las obras de Jesús, así como sus palabras acerca del reino de Dios, las parábolas, las enseñanzas dadas al pueblo; Juan cita lo que Jesús dijo de Sí mismo, generalmente en discursos bien comprensibles. 

    El cuarto evangelio supone e implica la existencia de los otros tres que, a su vez, se hacen inteligibles gracias a los hechos relatados en el Evangelio de Juan. Por ejemplo, Jn. 1:15 supone el conocimiento de Mt. 3:11, etc.; Jn. 3:24 el de Mt. 4:12; y Jn. 6:1-7:9, el de todos los relatos sinópticos del ministerio en Galilea, etc. 

    Juan 1:15

    15 Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo.

    Mateo 3:11

    11 Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.

    Juan 3:24

    24 Porque Juan no había sido aún encarcelado.

    Mateo 4:12

    12 Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió a Galilea;

    Juan 6:1-7:9

    Alimentación de los cinco mil

    1 Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias.

    2 Y le seguía gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos.

    3 Entonces subió Jesús a un monte, y se sentó allí con sus discípulos.

    4 Y estaba cerca la pascua, la fiesta de los judíos.

    5 Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?

    6 Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer.

    7 Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco.

    8 Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo:

    9 Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?

    10 Entonces Jesús dijo: Haced recostar la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar; y se recostaron como en número de cinco mil varones.

    11 Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían.

    12 Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada.

    13 Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido.

    14 Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo.

    15 Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo.

    Jesús anda sobre el mar

    16 Al anochecer, descendieron sus discípulos al mar,

    17 y entrando en una barca, iban cruzando el mar hacia Capernaum. Estaba ya oscuro, y Jesús no había venido a ellos.

    18 Y se levantaba el mar con un gran viento que soplaba.

    19 Cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y tuvieron miedo.

    20 Mas él les dijo: Yo soy; no temáis.

    21 Ellos entonces con gusto le recibieron en la barca, la cual llegó en seguida a la tierra adonde iban.

    La gente busca a Jesús

    22 El día siguiente, la gente que estaba al otro lado del mar vio que no había habido allí más que una sola barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que éstos se habían ido solos.

    23 Pero otras barcas habían arribado de Tiberias junto al lugar donde habían comido el pan después de haber dado gracias el Señor.

    24 Cuando vio, pues, la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron en las barcas y fueron a Capernaum, buscando a Jesús.

    Jesús, el pan de vida

    25 Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá?

    26 Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.

    27 Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.

    28 Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?

    29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.

    30 Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces?

    31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer.

    32 Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo.

    33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.

    34 Le dijeron: Señor, danos siempre este pan.

    35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.

    36 Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis.

    37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.

    38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.

    39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.

    40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

    41 Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo.

    42 Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?

    43 Jesús respondió y les dijo:No murmuréis entre vosotros.

    44 Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.

    45 Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí.

    46 No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre.

    47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.

    48 Yo soy el pan de vida.

    49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron.

    50 Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera.

    51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.

    52 Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?

    53 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.

    54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

    55 Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.

    56 El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.

    57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.

    58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente.

    59 Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum.

    Palabras de vida eterna

    60 Al oirlas, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?

    61 Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os ofende?

    62 ¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?

    63 El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.

    64 Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar.

    65 Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre.

    66 Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él.

    67 Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros?

    68 Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.

    69 Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.

    70 Jesús les respondió: ¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo?

    71 Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón; porque éste era el que le iba a entregar, y era uno de los doce.

    Juan 7:1-9

    Incredulidad de los hermanos de Jesús

    1 Después de estas cosas, andaba Jesús en Galilea; pues no quería andar en Judea, porque los judíos procuraban matarle.

    2 Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos;

    3 y le dijeron sus hermanos: Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces.

    4 Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo.

    5 Porque ni aun sus hermanos creían en él.

    6 Entonces Jesús les dijo: Mi tiempo aún no ha llegado, mas vuestro tiempo siempre está presto.

    7 No puede el mundo aborreceros a vosotros; mas a mí me aborrece, porque yo testifico de él, que sus obras son malas.

    Por otra parte, solamente los acontecimientos relatados en los caps. 1 y 2 de Juan explican la acogida que dieron a Jesús en Galilea, y la buena disposición de Pedro, Andrés, Santiago y Juan a dejarlo todo para seguir a Jesús. 

    Juan 1

    El Verbo hecho carne

    1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

    2 Este era en el principio con Dios.

    3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

    4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

    5 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

    6 Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.

    7 Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.

    8 No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.

    9 Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.

    10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.

    11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.

    12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

    13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

    14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

    15 Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo.

    16 Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.

    17 Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.

    18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.

    Testimonio de Juan el Bautista

    19 Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres?

    20 Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo.

    21 Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No.

    22 Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?

    23 Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.

    24 Y los que habían sido enviados eran de los fariseos.

    25 Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?

    26 Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.

    27 Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.

    28 Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

    El Cordero de Dios

    29 El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

    30 Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.

    31 Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.

    32 También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.

    33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.

    34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

    Los primeros discípulos

    35 El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos.

    36 Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios.

    37 Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús.

    38 Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras?

    39 Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era como la hora décima.

    40 Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús.

    41 Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo).

    42 Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro).

    Jesús llama a Felipe y a Natanael

    43 El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme.

    44 Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro.

    45 Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.

    46 Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.

    47 Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.

    48 Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.

    49 Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.

    50 Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás.

    51 Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.

    Juan 2

    Las bodas de Caná

    1 Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús.

    2 Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos.

    3 Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino.

    4 Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.

    5 Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere.

    6 Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros.

    7 Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.

    8 Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron.

    9 Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo,

    10 y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora.

    11 Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.

    12 Después de esto descendieron a Capernaum, él, su madre, sus hermanos y sus discípulos; y estuvieron allí no muchos días.

    Jesús purifica el templo

    13 Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén,

    14 y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados.

    15 Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas;

    16 y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado.

    17 Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume.

    18 Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?

    19 Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.

    20 Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?

    21 Mas él hablaba del templo de su cuerpo.

    22 Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho.

    Jesús conoce a todos los hombres

    23 Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía.

    24 Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos,

    25 y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre.

    Asimismo, la repentina controversia acerca del sábado que se presenta en los Sinópticos (cp. Mr. 2:23, etc.) no se comprende sin el relato de Jn. 5

    Marcos 2:23

    23 Aconteció que al pasar él por los sembrados un día de reposo, sus discípulos, andando, comenzaron a arrancar espigas.

    Juan 5

    El paralítico de Betesda

    1 Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.

    2 Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos.

    3 En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua.

    4 Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.

    5 Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.

    6 Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?

    7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo.

    8 Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda.

    9 Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día.

    10 Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho.

    11 El les respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda.

    12 Entonces le preguntaron: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda?

    13 Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar.

    14 Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor.

    15 El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado.

    16 Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo.

    17 Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.

    18 Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.

    La autoridad del Hijo

    19 Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.

    20 Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis.

    21 Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida.

    22 Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo,

    23 para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.

    24 De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.

    25 De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán.

    26 Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo;

    27 y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.

    28 No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;

    29 y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.

    Testigos de Cristo

    30 No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre.

    31 Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero.

    32 Otro es el que da testimonio acerca de mí, y sé que el testimonio que da de mí es verdadero.

    33 Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio de la verdad.

    34 Pero yo no recibo testimonio de hombre alguno; mas digo esto, para que vosotros seáis salvos.

    35 El era antorcha que ardía y alumbraba; y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz.

    36 Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado.

    37 También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto,

    38 ni tenéis su palabra morando en vosotros; porque a quien él envió, vosotros no creéis.

    39 Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí;

    40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida.

    41 Gloria de los hombres no recibo.

    42 Mas yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros.

    43 Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ése recibiréis.

    44 ¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?

    45 No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza.

    46 Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él.

    47 Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?

    Todo y teniendo las mismas características generales, cada uno de los tres Evangelios Sinópticos tiene sus propias características, debidas al objetivo del redactor y a la audiencia a la que se dirigía: Mateo, que escribía para judíos, destaca la condición regia de Jesús, el Mesías. Se apoya constantemente en citas del AT, y expone la enseñanza de Cristo sobre el verdadero reino de Dios, en oposición a las opiniones erróneas que se daban en el seno del judaísmo. Marcos escribía, en cambio, dirigiéndose primariamente a los gentiles, y recalca el poder de Cristo para salvación, manifestado en sus milagros. Lucas, que fue durante largo tiempo compañero de Pablo, muestra al Señor en su carácter de Salvador lleno de gracia, ocupándose de una manera especial de los caídos, de los marginados, y de los destituidos. Juan destaca sobre todo a Jesús como la Palabra divina encarnada, revelando el Padre a aquellos que quisieran aceptarlo. Ninguno de los evangelistas se propuso presentar una biografía completa de nuestro Señor. 

    Cada uno de los hechos y palabras de Jesús presentado en cada Evangelio tiene un propósito didáctico. Los evangelistas no actuaron con la pretendida frialdad objetiva de los historiadores. Su fin era además muy distinto del de un historiador (Jn. 20:30, 31; cp. 21:25): eran testigos de una Persona (Jn. 15:27; 17:20). 

    Juan 20:30, 31 

    El propósito del libro

    30 Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro.

    31 Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.

    Juan 21:25

    25 Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.

    Juan 15:27 

    27 Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio.

    Juan 17:20

    20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,

    ¿De dónde sacaron los evangelistas sus datos? Siendo que Mateo y Juan eran apóstoles, hubieran estado presentes en los sucesos que relatan o hubieron oído las palabras que registran. Marcos acompañó a Pablo y a Pedro; una tradición muy antigua afirma que Marcos resumió en su Evangelio la predicación de Pedro acerca de Jesús. 

    Lucas, por su parte, afirma que recibió información de parte de los que «lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra» y que redactó su Evangelio «después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen» (Lc. 1:1-4). 

    Lucas 1:1-4

    Dedicatoria a Teófilo

    1 Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas,

    2 tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra,

    3 me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo,

    4 para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido.

    Así, los Evangelios nos dan el testimonio de los apóstoles. Los numerosos puntos en común que se hallan en el lenguaje de los Sinópticos confirman este extremo. Un conferenciante itinerante, o un misionero en licencia temporal, cuando van de lugar en lugar contando sus experiencias, acaban recogiéndolo todo en un relato estereotipado, a fin de dar con precisión los mismos hechos, añadiendo de vez en cuando detalles que quizá se han omitido en otras ocasiones anteriores. Es probable que los apóstoles y los primeros evangelistas hayan procedido con frecuencia de la misma manera, de forma que su relato estaba, en cierta medida, estereotipado. 

    Algo más tarde, se consignaron fragmentos de este relato en forma escrita, para provecho de las iglesias de nueva fundación. Es así que se dispersó, según nos lo dice la tradición inmediatamente posterior a los apóstoles, un relato evangélico de variada extensión, pero que ofrecería una gran uniformidad, incluso en la expresión. Las similaridades lingüísticas de los Evangelios Sinópticos indican así que nos transmiten el testimonio dado de Jesús por parte de los apóstoles. El cuarto evangelio, por otra parte, trata de temas que al principio no eran tan precisos. Juan, que conocía personalmente estas cuestiones, las expuso algo más tarde, cuando la Iglesia precisaba de su conocimiento. 

    (b) Crítica. No hay ningún dato histórico que permita dudar que los Sinópticos hayan estado redactados entre Pentecostés y la destrucción del templo (entre los años 30 y 70) por los autores cuyo nombre llevan, o que hubieran estado escritos en griego. 

    Sin embargo, la crítica ha intentado asignar una fecha tan tardía como fuera posible a la redacción de los evangelios, de manera que perdieran su valor testifical histórico. Para ello ha edificado toda una cadena de hipótesis de las que se da a continuación un breve resumen y examen. La crítica literaria se apoya en una cita de Papías (a principios del siglo II) para rechazar la autenticidad del Evangelio griego de Mateo, admitida unánimemente por los Padres de la Iglesia. Papías escribió (Eusebio, «Historia Eclesiástica», III, 39:16): «Mateo ordenó las sentencias en lengua hebrea, pero cada uno las traducía como mejor podía.» Basándose en esta cita, a pesar de nuestra total ignorancia acerca de estas «sentencias (gr., «logia») en lengua hebrea», se afirma lo que sigue: 

    (A) Mateo no escribió el Evangelio en griego por cuanto escribió las Logia en hebreo; 

    (B) el Evangelio de Mateo, escrito mucho tiempo después por algún desconocido, incluye posiblemente extractos de las Logia, pero han quedado entremezcladas con relatos procedentes de otras fuentes. La escuela de Baur se ha destacado por su afán en discernir una falta de unidad en el Evangelio griego que lleva el nombre de Mateo (cp. P. Fargues, «Les origines du N. T.», París, 1928, PP. 56ss.). Este trabajo de zapa es esencialmente subjetivo y marcado de entrada por un dogmatismo apriorístico sistemático y muy tendencioso. No se puede pretender que Mateo escribiera las Logia y no escribiera posteriormente el Evangelio que lleva su nombre. Ireneo (Contra Herejías, 3:1, 1), entre otros, da testimonio de Mateo como autor de este Evangelio. Se trata de un sólido y permanente testimonio histórico frente a unas opiniones personales muy condicionadas por una filosofía en principio hostil a la factualidad de la revelación divina. Con respecto a Marcos, no habría sido el autor del segundo evangelio. 

    Estaría basado en un documento imaginario que nadie ha visto jamás: el proto-Marcos, y la redacción del Evangelio hubiera implicado fuentes diversas que permitirían postular ciertas «incoherencias». Sin embargo, las evidencias internas del segundo evangelio revelan una estrecha relación con Pedro y su testimonio (cp. J. Caba, «De los Evangelios al Jesús histórico», Madrid 1970, PP. 133-135). Hay otra clase de evidencia que ha salido recientemente a la luz con respecto al Evangelio de Marcos. La identificación de unos fragmentos de papiro escritos en griego en la llamada Cueva 7 de Qumrán, fechados entre el 50 y el 100 d.C., como pertenecientes al Evangelio de Marcos, hace desvanecer definitivamente las dudas que se habían arrojado sobre la fecha de su redacción. 

    El Padre José O’Callaghan, S.I., que llevó a cabo, tras penosas investigaciones, esta identificación sobre nueve fragmentos, dice: «Creo que me he encontrado con una evidencia innegable de que ciertos libros clave del Nuevo Testamento circulaban ya en vida de aquellos que habían caminado y hablado con Jesús» (cp. J. O’Callaghan, S.I., «Los papiros griegos de la Cueva 7 de Qumrán», Madrid, 1974; D. Estrada y William White, Jr., «The First New Testament», Nashville, 1978). Del tercer evangelio se afirma que, aunque está marcado por una unidad más real que los anteriores, no puede ya ser atribuido a Lucas, y como única razón se dice que sería del mismo autor que el del libro de los Hechos. Pero ¿qué podría impedir a Lucas ser el autor tanto de Hechos como del Evangelio que lleva su nombre? Si el Evangelio es del mismo autor que Hechos, cuadra perfectamente bien como el «primer tratado» del que hace mención en Hechos 1:1

    Hechos 1:1

    1 En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,

    Por lo que respecta al cuarto evangelio, la crítica literaria rehúsa asimismo atribuirlo a Juan. 

    El discípulo amado (Jn. 19:26; 20:2) que, modestamente, no quiso poner su nombre, ha sido universalmente reconocido por la tradición de la iglesia desde los primeros siglos como el autor. Jamás se ha dudado en el seno de la iglesia que Juan hubiera sido «aquel discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas» (Jn. 21:24). 

    Juan 19:26 

    26 Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.

    Juan 20:2

    2 Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.

    Juan 21:24

    24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero.

    Nunca ha dudado la iglesia que él fuera el más capacitado para completar la obra de los sinoptistas, al relatar, por ejemplo, las comunicaciones del Señor a sus discípulos en la víspera de su muerte (Jn. 15-16). 

    Juan 15

    Jesús, la vid verdadera

    1 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.

    2 Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.

    3 Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.

    4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

    5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.

    6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.

    7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.

    8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.

    9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.

    10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.

    11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.

    12 Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.

    13 Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.

    14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.

    15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.

    16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.

    17 Esto os mando: Que os améis unos a otros.

    El mundo os aborrecerá

    18 Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros.

    19 Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece.

    20 Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.

    21 Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.

    22 Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado.

    23 El que me aborrece a mí, también a mi Padre aborrece.

    24 Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre.

    25 Pero esto es para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: Sin causa me aborrecieron.

    26 Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.

    27 Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio.

    Juan 16

    1 Estas cosas os he hablado, para que no tengáis tropiezo.

    2 Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios.

    3 Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí.

    La obra del Espíritu Santo

    4 Mas os he dicho estas cosas, para que cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho. Esto no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros.

    5 Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas?

    6 Antes, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón.

    7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.

    8 Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.

    9 De pecado, por cuanto no creen en mí;

    10 de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;

    11 y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.

    12 Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.

    13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.

    14 El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.

    15 Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.

    La tristeza se convertirá en gozo

    16 Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; porque yo voy al Padre.

    17 Entonces se dijeron algunos de sus discípulos unos a otros: ¿Qué es esto que nos dice: Todavía un poco y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; y, porque yo voy al Padre?

    18 Decían, pues: ¿Qué quiere decir con: Todavía un poco? No entendemos lo que habla.

    19 Jesús conoció que querían preguntarle, y les dijo: ¿Preguntáis entre vosotros acerca de esto que dije: Todavía un poco y no me veréis, y de nuevo un poco y me veréis?

    20 De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.

    21 La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.

    22 También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo.

    23 En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará.

    24 Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.

    Yo he vencido al mundo

    25 Estas cosas os he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre.

    26 En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros,

    27 pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios.

    28 Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre.

    29 Le dijeron sus discípulos: He aquí ahora hablas claramente, y ninguna alegoría dices.

    30 Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios.

    31 Jesús les respondió: ¿Ahora creéis?

    32 He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo.

    33 Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.

    El cuarto evangelio nos hace entrar profundamente en la intimidad de Cristo, e insiste más que los otros en la divinidad del Salvador, el Verbo eternamente existente (Jn. 1:1-2, 18; 8:58), «Creador» y «Luz» (Jn. 1:3-12). 

    Juan 1:1-2, 18 

    El Verbo hecho carne

    1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

    2 Este era en el principio con Dios.

    18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.

    Juan 8:58

    58 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.

    Juan 1:3-12

    3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

    4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

    5 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

    6 Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.

    7 Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.

    8 No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.

    9 Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.

    10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.

    11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.

    12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

    Para la crítica racionalista y modernista, todo el elemento dogmático que caracteriza al cuarto evangelio proviene en línea recta del misticismo griego, hallando su origen en la filosofía alejandrina del siglo I. 

    A esto se podría replicar que estas afirmaciones provienen de un desconocimiento total del pensamiento bíblico, totalmente ajeno al pensar helénico, si no estuvieran dominadas por la postura a priori que las ha motivado: que se busca negar a los Evangelios su valor como documentos históricos fidedignos. Quien lea el cuarto evangelio sin prejuicios previos, junto con la 1ª Epístola de los Corintios, y constate que Juan, al igual que Pablo, usó el vocabulario helénico, reconocerá que lo hizo precisamente para mostrar la sima que separaba a la revelación bíblica del dogma pagano de los griegos. 

    Con respecto a la redacción del Evangelio de Juan, frente a los muchos intentos de los racionalistas y modernistas para atribuirle una fecha de redacción postapostólica, se levanta el hecho de la existencia, en la Biblioteca John Rylands, de la Universidad de Manchester, de un fragmento de un códice que contiene unos cuantos versículos de Juan 18

    Juan 18

    Arresto de Jesús

    1 Habiendo dicho Jesús estas cosas, salió con sus discípulos al otro lado del torrente de Cedrón, donde había un huerto, en el cual entró con sus discípulos.

    2 Y también Judas, el que le entregaba, conocía aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos.

    3 Judas, pues, tomando una compañía de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas.

    4 Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis?

    5 Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba.

    6 Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra.

    7 Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús nazareno.

    8 Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy; pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos;

    9 para que se cumpliese aquello que había dicho: De los que me diste, no perdí ninguno.

    10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco.

    11 Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?

    Jesús ante el sumo sacerdote

    12 Entonces la compañía de soldados, el tribuno y los alguaciles de los judíos, prendieron a Jesús y le ataron,

    13 y le llevaron primeramente a Anás; porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año.

    14 Era Caifás el que había dado el consejo a los judíos, de que convenía que un solo hombre muriese por el pueblo.

    Pedro en el patio de Anás

    15 Y seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Y este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote;

    16 mas Pedro estaba fuera, a la puerta. Salió, pues, el discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera, e hizo entrar a Pedro.

    17 Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Dijo él: No lo soy.

    18 Y estaban en pie los siervos y los alguaciles que habían encendido un fuego; porque hacía frío, y se calentaban; y también con ellos estaba Pedro en pie, calentándose.

    Anás interroga a Jesús

    19 Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.

    20 Jesús le respondió: Yo públicamente he hablado al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto.

    21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho.

    22 Cuando Jesús hubo dicho esto, uno de los alguaciles, que estaba allí, le dio una bofetada, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote?

    23 Jesús le respondió: Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas?

    24 Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.

    Pedro niega a Jesús

    25 Estaba, pues, Pedro en pie, calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú de sus discípulos? El negó, y dijo: No lo soy.

    26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él?

    27 Negó Pedro otra vez; y en seguida cantó el gallo.

    Jesús ante Pilato

    28 Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era de mañana, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua.

    29 Entonces salió Pilato a ellos, y les dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre?

    30 Respondieron y le dijeron: Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado.

    31 Entonces les dijo Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le dijeron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie;

    32 para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte iba a morir.

    33 Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos?

    34 Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?

    35 Pilato le respondió: ¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?

    36 Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.

    37 Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.

    38 Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito.

    39 Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte uno en la pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos?

    40 Entonces todos dieron voces de nuevo, diciendo: No a éste, sino a Barrabás. Y Barrabás era ladrón.

    Dice el doctor F. F. Bruce: «Naturalmente, este pequeño fragmento no puede dar una gran contribución a la crítica textual; su verdadera importancia reside en el testimonio que aporta en favor de la fecha tradicional de su redacción por parte de Juan (alrededor del año 100 d.C.)» (cp. F. F. Bruce, «The Books and the Parchments», Pickering and Inglis, Ltd., Londres, 1963, p. 181). 

    (c) Fecha. Si bien es difícil asignar una fecha precisa a la redacción de los Evangelios Sinópticos, se puede aceptar que fueron escritos alrededor de unos 40 años después de la muerte y resurrección del Señor, entre el 65 y 70 d.C. En esta época, los relatos orales que circulaban en las comunidades palestinas debieron quedar fijados por escrito. La lengua griega estaba entonces muy difundida por todo el mundo mediterráneo. El cuarto evangelio fue indudablemente escrito bastante más tarde, mucho después de la caída de Jerusalén, al final del siglo I. 

    Es obra del apóstol Juan, autor asimismo de tres cortas epístolas que llevan su nombre, y del libro del Apocalipsis, que recibió del Señor cuando estaba desterrado en la isla de Patmos (Ap. 1:9). 

    Apocalipsis 1:9

    9 Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.

    A mediados del siglo XX se propuso un nuevo método de estudio del NT que cuenta en la actualidad con numerosos adeptos. Se trata del método de la crítica formal o crítica de las formas (Formgeschichtliche Schule, o Form Criticism), del que Rudolf Bultmann, profesor de Marburgo, es el principal exponente e impulsor. Entre los representantes más importantes de esta escuela puede citarse a Dibelius, Schmidt, Easton, Grant, Lightfoot. Estos autores suponen que diversas tradiciones sirvieron como base para la elaboración de los Evangelios, pero que primero circularon oralmente durante muchos años. 

    Entre estas tradiciones orales se hallarían paradigmas, historias, leyendas, milagros, parábolas, logias, profecías. Estas tradiciones hubieran sido ordenadas en base a los intereses religiosos de las comunidades primitivas. El cuadro cronológico y los detalles geográficos serían una posterior aportación, añadida a los incidentes separados y a los discursos. Se afirma, así, que el Evangelio no es una narración. Es «kerigma», predicación. La verdad, en este esquema, es extra, o suprahistórica. Hace falta salir del plan histórico para llegar a la verdad. El método de la crítica formal practica lo que se llama la desmitologización, es decir, la retirada de las formas, o mitos, para poder ver a través de la historia evangélica. Entre estos mitos, que sin embargo son declarados objetos de fe, se hallan los relatos de la navidad, del bautismo, de la tentación, de la resurrección, etc. 

    En suma, todo el marco histórico de los Evangelios (cp. las obras de R. Bultmann, y en particular «Theologie des Neuen Testaments», 3 tomos, Tubinga, 1958; «Geschichte und Eschatologie», Tubinga, 1958. Esta última obra reúne seis conferencias dadas en Edimburgo en 1955 bajo el título general de «History and Eschatology»). La crítica formal constituye una negación total de la historia. Esencialmente existencialista, este método busca un puro subjetivismo. Es el mundo concreto en el que estamos inmersos lo que nos abre al ser, decía Heidegger. Es el mundo lo que nos abre a la verdad y a Cristo, dice Bultmann. 

    Pero el mundo concreto no tiene sentido más que por el hombre; está muerto sin él. Y cuando el hombre ha desmitologizado (o desmitificado) la totalidad de la tradición evangélica, ¿qué queda en los Evangelios? ¿Qué queda de Cristo? Un misterio que se esconde detrás de los Evangelios con una indescriptible imprecisión. Jesús dijo: «Si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?» (Jn. 5:46, 47). 

    Juan 5:46, 47

    46 Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él.

    47 Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?

    Estas hipótesis tan precarias se basan en una distorsión de la historia de la transmisión del texto evangélico y del desarrollo de la iglesia apostólica. Su endeblez más bien sirve para confirmar la convicción de que los Evangelios son lo que pretenden ser: documentos históricos y testificales; si no lo fueran, nuestra fe sería tan sólo una palabra carente de todo contenido. 

    Para tener una idea clara de la vida de Cristo y de su ministerio, es conveniente tener a mano una Armonía de los Cuatro Evangelios, preparada teniendo en cuenta las indicaciones cronológicas y otras indicaciones históricas que sean de utilidad. Se debe tener en cuenta que en muchos de sus puntos, una tal armonía sólo podrá ser aproximada. Una obra a señalar para el lector hispano es «Una armonía de los Cuatro Evangelios» de A. T. Robertson (Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, Texas, 1975). 

    Bibliografía: 

    T. D. Bernard: «El desarrollo doctrinal en el Nuevo Testamento» (Pub. de La Fuente, México D. F. 1961), F. F. Bruce: «The Books and the Parchments» (Pickering and Inglis, Londres, 1950), 

    J. Caba, S. I.: «De los Evangelios al Jesús histórico» (Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1971), J. O’Callaghan, S.I.: «Los papiros griegos de la cueva 7 de Qumrán» (Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1974), 

    H. E. Dana: «El Nuevo Testamento ante la Crítica» (Casa Bautista de Publicaciones. El Paso, Texas, 1965), 

    H. M. Conn: «Teología contemporánea en el mundo» (Subcomisión literatura Cristiana de la Iglesia Cristiana Reformada, Grand Rapids, Michigan s/f); 

    D. Estrada y William White Jr.: «The First New Testament» (Thomas Nelson. Pub. Nashville, Tennessee, 1978); 

    Eusebio de Cesarea: «Historia Eclesiástica» (Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1973); W. Kelly: «Lectures Introductory to the Gospels» (Bible Truth Publishers, Oak Park, Illinois, 1866/1970); 

    J. McDowell: «Evidencia que exige un veredicto» (Vida, Miami, 1982), J. McDowell: «More Evidence that Demands a Verdict (Campus Crusade for Christ International, Arrowhead Springs, San Bernardino, California, 1975); 

    A. T. Robertson: «Una Armonía de los Cuatro Evangelios» (Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, Texas, 1975); 

    E. Trenchard: «Introducción a los Cuatro Evangelios» (Literatura Bíblica, Madrid, 1974).

  • DICCIONARIO
Comparte este sitio
  • Evangelios

    Al principio, y en el mismo NT, el término evangelio no designaba ningún libro, sino el mensaje, la buena nueva. Durante el período postapostólico (hacia el año 150 d.C., Justino Mártir, Apol. 1:66), sin embargo, el término «Euangelion» designaba ya además los escritos en los que los apóstoles daban testimonio de Jesús. Cada uno de estos escritos recibió el nombre de Evangelio; también se dio el nombre de Evangelio al conjunto de los cuatro escritos. 

    (a) Los cuatro evangelios. El testimonio de la historia da prueba de que, desde el mismo principio, se atribuyeron los cuatro evangelios, respectivamente, a Mateo, Marcos, Lucas y Juan; ya en el mismo inicio de la era postapostólica la Iglesia consideró a los Evangelios como documentos autorizados, que presentaban el testimonio apostólico sobre la vida y la enseñanza de Cristo. Durante el siglo II se citaban, comentaban y leían los Evangelios: su autenticidad es incontestable. El examen de las epístolas del NT demuestra asimismo que sus alusiones a Jesús y a sus obras concuerdan con los relatos de los Evangelios. 

    Podemos así tenerlos como totalmente dignos de crédito. Los tres primeros evangelios presentan una gran cantidad de analogías. Presentan en general la vida del Señor bajo el mismo aspecto. Se les denomina Evangelios Sinópticos (del gr. «synopsis», «vista de conjunto»). Son, en cambio, de un carácter totalmente distinto del Evangelio de Juan. El tema principal de los Sinópticos es el ministerio de Cristo en Galilea; el cuarto evangelio, en cambio, destaca su actividad en Judea; sin embargo, la traición, el arresto, juicio, crucifixión, y la resurrección, son de tal importancia que aparecen en los cuatro evangelios. 

    El único episodio anterior que figura en todos cuatro evangelios es la multiplicación de panes para alimentar a los 5.000. Los Sinópticos se refieren relativamente poco a la divinidad de Cristo, en tanto que Juan recalca el testimonio del mismo Jesús a este respecto. Los Sinópticos presentan sobre todo las obras de Jesús, así como sus palabras acerca del reino de Dios, las parábolas, las enseñanzas dadas al pueblo; Juan cita lo que Jesús dijo de Sí mismo, generalmente en discursos bien comprensibles. 

    El cuarto evangelio supone e implica la existencia de los otros tres que, a su vez, se hacen inteligibles gracias a los hechos relatados en el Evangelio de Juan. Por ejemplo, Jn. 1:15 supone el conocimiento de Mt. 3:11, etc.; Jn. 3:24 el de Mt. 4:12; y Jn. 6:1-7:9, el de todos los relatos sinópticos del ministerio en Galilea, etc. 

    Juan 1:15

    15 Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo.

    Mateo 3:11

    11 Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.

    Juan 3:24

    24 Porque Juan no había sido aún encarcelado.

    Mateo 4:12

    12 Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió a Galilea;

    Juan 6:1-7:9

    Alimentación de los cinco mil

    1 Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias.

    2 Y le seguía gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos.

    3 Entonces subió Jesús a un monte, y se sentó allí con sus discípulos.

    4 Y estaba cerca la pascua, la fiesta de los judíos.

    5 Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?

    6 Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer.

    7 Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco.

    8 Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo:

    9 Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?

    10 Entonces Jesús dijo: Haced recostar la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar; y se recostaron como en número de cinco mil varones.

    11 Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían.

    12 Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada.

    13 Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido.

    14 Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo.

    15 Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo.

    Jesús anda sobre el mar

    16 Al anochecer, descendieron sus discípulos al mar,

    17 y entrando en una barca, iban cruzando el mar hacia Capernaum. Estaba ya oscuro, y Jesús no había venido a ellos.

    18 Y se levantaba el mar con un gran viento que soplaba.

    19 Cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y tuvieron miedo.

    20 Mas él les dijo: Yo soy; no temáis.

    21 Ellos entonces con gusto le recibieron en la barca, la cual llegó en seguida a la tierra adonde iban.

    La gente busca a Jesús

    22 El día siguiente, la gente que estaba al otro lado del mar vio que no había habido allí más que una sola barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que éstos se habían ido solos.

    23 Pero otras barcas habían arribado de Tiberias junto al lugar donde habían comido el pan después de haber dado gracias el Señor.

    24 Cuando vio, pues, la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron en las barcas y fueron a Capernaum, buscando a Jesús.

    Jesús, el pan de vida

    25 Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá?

    26 Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.

    27 Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.

    28 Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?

    29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.

    30 Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces?

    31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer.

    32 Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo.

    33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.

    34 Le dijeron: Señor, danos siempre este pan.

    35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.

    36 Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis.

    37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.

    38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.

    39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.

    40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

    41 Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo.

    42 Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?

    43 Jesús respondió y les dijo:No murmuréis entre vosotros.

    44 Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.

    45 Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí.

    46 No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre.

    47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.

    48 Yo soy el pan de vida.

    49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron.

    50 Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera.

    51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.

    52 Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?

    53 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.

    54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

    55 Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.

    56 El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.

    57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.

    58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente.

    59 Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum.

    Palabras de vida eterna

    60 Al oirlas, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?

    61 Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os ofende?

    62 ¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?

    63 El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.

    64 Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar.

    65 Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre.

    66 Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él.

    67 Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros?

    68 Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.

    69 Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.

    70 Jesús les respondió: ¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo?

    71 Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón; porque éste era el que le iba a entregar, y era uno de los doce.

    Juan 7:1-9

    Incredulidad de los hermanos de Jesús

    1 Después de estas cosas, andaba Jesús en Galilea; pues no quería andar en Judea, porque los judíos procuraban matarle.

    2 Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos;

    3 y le dijeron sus hermanos: Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces.

    4 Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo.

    5 Porque ni aun sus hermanos creían en él.

    6 Entonces Jesús les dijo: Mi tiempo aún no ha llegado, mas vuestro tiempo siempre está presto.

    7 No puede el mundo aborreceros a vosotros; mas a mí me aborrece, porque yo testifico de él, que sus obras son malas.

    Por otra parte, solamente los acontecimientos relatados en los caps. 1 y 2 de Juan explican la acogida que dieron a Jesús en Galilea, y la buena disposición de Pedro, Andrés, Santiago y Juan a dejarlo todo para seguir a Jesús. 

    Juan 1

    El Verbo hecho carne

    1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

    2 Este era en el principio con Dios.

    3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

    4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

    5 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

    6 Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.

    7 Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.

    8 No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.

    9 Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.

    10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.

    11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.

    12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

    13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

    14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

    15 Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo.

    16 Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.

    17 Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.

    18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.

    Testimonio de Juan el Bautista

    19 Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres?

    20 Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo.

    21 Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No.

    22 Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?

    23 Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.

    24 Y los que habían sido enviados eran de los fariseos.

    25 Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?

    26 Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.

    27 Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.

    28 Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

    El Cordero de Dios

    29 El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

    30 Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.

    31 Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.

    32 También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.

    33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.

    34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

    Los primeros discípulos

    35 El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos.

    36 Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios.

    37 Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús.

    38 Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras?

    39 Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era como la hora décima.

    40 Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús.

    41 Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo).

    42 Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro).

    Jesús llama a Felipe y a Natanael

    43 El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme.

    44 Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro.

    45 Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.

    46 Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.

    47 Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.

    48 Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.

    49 Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.

    50 Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás.

    51 Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.

    Juan 2

    Las bodas de Caná

    1 Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús.

    2 Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos.

    3 Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino.

    4 Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.

    5 Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere.

    6 Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros.

    7 Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.

    8 Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron.

    9 Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo,

    10 y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora.

    11 Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.

    12 Después de esto descendieron a Capernaum, él, su madre, sus hermanos y sus discípulos; y estuvieron allí no muchos días.

    Jesús purifica el templo

    13 Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén,

    14 y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados.

    15 Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas;

    16 y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado.

    17 Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume.

    18 Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?

    19 Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.

    20 Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?

    21 Mas él hablaba del templo de su cuerpo.

    22 Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho.

    Jesús conoce a todos los hombres

    23 Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía.

    24 Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos,

    25 y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre.

    Asimismo, la repentina controversia acerca del sábado que se presenta en los Sinópticos (cp. Mr. 2:23, etc.) no se comprende sin el relato de Jn. 5

    Marcos 2:23

    23 Aconteció que al pasar él por los sembrados un día de reposo, sus discípulos, andando, comenzaron a arrancar espigas.

    Juan 5

    El paralítico de Betesda

    1 Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.

    2 Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos.

    3 En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua.

    4 Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.

    5 Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.

    6 Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?

    7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo.

    8 Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda.

    9 Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día.

    10 Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho.

    11 El les respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda.

    12 Entonces le preguntaron: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda?

    13 Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar.

    14 Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor.

    15 El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado.

    16 Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo.

    17 Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.

    18 Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.

    La autoridad del Hijo

    19 Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.

    20 Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis.

    21 Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida.

    22 Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo,

    23 para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.

    24 De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.

    25 De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán.

    26 Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo;

    27 y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.

    28 No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;

    29 y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.

    Testigos de Cristo

    30 No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre.

    31 Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero.

    32 Otro es el que da testimonio acerca de mí, y sé que el testimonio que da de mí es verdadero.

    33 Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio de la verdad.

    34 Pero yo no recibo testimonio de hombre alguno; mas digo esto, para que vosotros seáis salvos.

    35 El era antorcha que ardía y alumbraba; y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz.

    36 Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado.

    37 También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto,

    38 ni tenéis su palabra morando en vosotros; porque a quien él envió, vosotros no creéis.

    39 Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí;

    40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida.

    41 Gloria de los hombres no recibo.

    42 Mas yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros.

    43 Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ése recibiréis.

    44 ¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?

    45 No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza.

    46 Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él.

    47 Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?

    Todo y teniendo las mismas características generales, cada uno de los tres Evangelios Sinópticos tiene sus propias características, debidas al objetivo del redactor y a la audiencia a la que se dirigía: Mateo, que escribía para judíos, destaca la condición regia de Jesús, el Mesías. Se apoya constantemente en citas del AT, y expone la enseñanza de Cristo sobre el verdadero reino de Dios, en oposición a las opiniones erróneas que se daban en el seno del judaísmo. Marcos escribía, en cambio, dirigiéndose primariamente a los gentiles, y recalca el poder de Cristo para salvación, manifestado en sus milagros. Lucas, que fue durante largo tiempo compañero de Pablo, muestra al Señor en su carácter de Salvador lleno de gracia, ocupándose de una manera especial de los caídos, de los marginados, y de los destituidos. Juan destaca sobre todo a Jesús como la Palabra divina encarnada, revelando el Padre a aquellos que quisieran aceptarlo. Ninguno de los evangelistas se propuso presentar una biografía completa de nuestro Señor. 

    Cada uno de los hechos y palabras de Jesús presentado en cada Evangelio tiene un propósito didáctico. Los evangelistas no actuaron con la pretendida frialdad objetiva de los historiadores. Su fin era además muy distinto del de un historiador (Jn. 20:30, 31; cp. 21:25): eran testigos de una Persona (Jn. 15:27; 17:20). 

    Juan 20:30, 31 

    El propósito del libro

    30 Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro.

    31 Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.

    Juan 21:25

    25 Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.

    Juan 15:27 

    27 Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio.

    Juan 17:20

    20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,

    ¿De dónde sacaron los evangelistas sus datos? Siendo que Mateo y Juan eran apóstoles, hubieran estado presentes en los sucesos que relatan o hubieron oído las palabras que registran. Marcos acompañó a Pablo y a Pedro; una tradición muy antigua afirma que Marcos resumió en su Evangelio la predicación de Pedro acerca de Jesús. 

    Lucas, por su parte, afirma que recibió información de parte de los que «lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra» y que redactó su Evangelio «después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen» (Lc. 1:1-4). 

    Lucas 1:1-4

    Dedicatoria a Teófilo

    1 Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas,

    2 tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra,

    3 me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo,

    4 para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido.

    Así, los Evangelios nos dan el testimonio de los apóstoles. Los numerosos puntos en común que se hallan en el lenguaje de los Sinópticos confirman este extremo. Un conferenciante itinerante, o un misionero en licencia temporal, cuando van de lugar en lugar contando sus experiencias, acaban recogiéndolo todo en un relato estereotipado, a fin de dar con precisión los mismos hechos, añadiendo de vez en cuando detalles que quizá se han omitido en otras ocasiones anteriores. Es probable que los apóstoles y los primeros evangelistas hayan procedido con frecuencia de la misma manera, de forma que su relato estaba, en cierta medida, estereotipado. 

    Algo más tarde, se consignaron fragmentos de este relato en forma escrita, para provecho de las iglesias de nueva fundación. Es así que se dispersó, según nos lo dice la tradición inmediatamente posterior a los apóstoles, un relato evangélico de variada extensión, pero que ofrecería una gran uniformidad, incluso en la expresión. Las similaridades lingüísticas de los Evangelios Sinópticos indican así que nos transmiten el testimonio dado de Jesús por parte de los apóstoles. El cuarto evangelio, por otra parte, trata de temas que al principio no eran tan precisos. Juan, que conocía personalmente estas cuestiones, las expuso algo más tarde, cuando la Iglesia precisaba de su conocimiento. 

    (b) Crítica. No hay ningún dato histórico que permita dudar que los Sinópticos hayan estado redactados entre Pentecostés y la destrucción del templo (entre los años 30 y 70) por los autores cuyo nombre llevan, o que hubieran estado escritos en griego. 

    Sin embargo, la crítica ha intentado asignar una fecha tan tardía como fuera posible a la redacción de los evangelios, de manera que perdieran su valor testifical histórico. Para ello ha edificado toda una cadena de hipótesis de las que se da a continuación un breve resumen y examen. La crítica literaria se apoya en una cita de Papías (a principios del siglo II) para rechazar la autenticidad del Evangelio griego de Mateo, admitida unánimemente por los Padres de la Iglesia. Papías escribió (Eusebio, «Historia Eclesiástica», III, 39:16): «Mateo ordenó las sentencias en lengua hebrea, pero cada uno las traducía como mejor podía.» Basándose en esta cita, a pesar de nuestra total ignorancia acerca de estas «sentencias (gr., «logia») en lengua hebrea», se afirma lo que sigue: 

    (A) Mateo no escribió el Evangelio en griego por cuanto escribió las Logia en hebreo; 

    (B) el Evangelio de Mateo, escrito mucho tiempo después por algún desconocido, incluye posiblemente extractos de las Logia, pero han quedado entremezcladas con relatos procedentes de otras fuentes. La escuela de Baur se ha destacado por su afán en discernir una falta de unidad en el Evangelio griego que lleva el nombre de Mateo (cp. P. Fargues, «Les origines du N. T.», París, 1928, PP. 56ss.). Este trabajo de zapa es esencialmente subjetivo y marcado de entrada por un dogmatismo apriorístico sistemático y muy tendencioso. No se puede pretender que Mateo escribiera las Logia y no escribiera posteriormente el Evangelio que lleva su nombre. Ireneo (Contra Herejías, 3:1, 1), entre otros, da testimonio de Mateo como autor de este Evangelio. Se trata de un sólido y permanente testimonio histórico frente a unas opiniones personales muy condicionadas por una filosofía en principio hostil a la factualidad de la revelación divina. Con respecto a Marcos, no habría sido el autor del segundo evangelio. 

    Estaría basado en un documento imaginario que nadie ha visto jamás: el proto-Marcos, y la redacción del Evangelio hubiera implicado fuentes diversas que permitirían postular ciertas «incoherencias». Sin embargo, las evidencias internas del segundo evangelio revelan una estrecha relación con Pedro y su testimonio (cp. J. Caba, «De los Evangelios al Jesús histórico», Madrid 1970, PP. 133-135). Hay otra clase de evidencia que ha salido recientemente a la luz con respecto al Evangelio de Marcos. La identificación de unos fragmentos de papiro escritos en griego en la llamada Cueva 7 de Qumrán, fechados entre el 50 y el 100 d.C., como pertenecientes al Evangelio de Marcos, hace desvanecer definitivamente las dudas que se habían arrojado sobre la fecha de su redacción. 

    El Padre José O’Callaghan, S.I., que llevó a cabo, tras penosas investigaciones, esta identificación sobre nueve fragmentos, dice: «Creo que me he encontrado con una evidencia innegable de que ciertos libros clave del Nuevo Testamento circulaban ya en vida de aquellos que habían caminado y hablado con Jesús» (cp. J. O’Callaghan, S.I., «Los papiros griegos de la Cueva 7 de Qumrán», Madrid, 1974; D. Estrada y William White, Jr., «The First New Testament», Nashville, 1978). Del tercer evangelio se afirma que, aunque está marcado por una unidad más real que los anteriores, no puede ya ser atribuido a Lucas, y como única razón se dice que sería del mismo autor que el del libro de los Hechos. Pero ¿qué podría impedir a Lucas ser el autor tanto de Hechos como del Evangelio que lleva su nombre? Si el Evangelio es del mismo autor que Hechos, cuadra perfectamente bien como el «primer tratado» del que hace mención en Hechos 1:1

    Hechos 1:1

    1 En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,

    Por lo que respecta al cuarto evangelio, la crítica literaria rehúsa asimismo atribuirlo a Juan. 

    El discípulo amado (Jn. 19:26; 20:2) que, modestamente, no quiso poner su nombre, ha sido universalmente reconocido por la tradición de la iglesia desde los primeros siglos como el autor. Jamás se ha dudado en el seno de la iglesia que Juan hubiera sido «aquel discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas» (Jn. 21:24). 

    Juan 19:26 

    26 Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.

    Juan 20:2

    2 Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.

    Juan 21:24

    24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero.

    Nunca ha dudado la iglesia que él fuera el más capacitado para completar la obra de los sinoptistas, al relatar, por ejemplo, las comunicaciones del Señor a sus discípulos en la víspera de su muerte (Jn. 15-16). 

    Juan 15

    Jesús, la vid verdadera

    1 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.

    2 Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.

    3 Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.

    4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

    5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.

    6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.

    7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.

    8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.

    9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.

    10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.

    11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.

    12 Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.

    13 Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.

    14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.

    15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.

    16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.

    17 Esto os mando: Que os améis unos a otros.

    El mundo os aborrecerá

    18 Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros.

    19 Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece.

    20 Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.

    21 Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.

    22 Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado.

    23 El que me aborrece a mí, también a mi Padre aborrece.

    24 Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre.

    25 Pero esto es para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: Sin causa me aborrecieron.

    26 Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.

    27 Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio.

    Juan 16

    1 Estas cosas os he hablado, para que no tengáis tropiezo.

    2 Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios.

    3 Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí.

    La obra del Espíritu Santo

    4 Mas os he dicho estas cosas, para que cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho. Esto no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros.

    5 Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas?

    6 Antes, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón.

    7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.

    8 Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.

    9 De pecado, por cuanto no creen en mí;

    10 de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;

    11 y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.

    12 Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.

    13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.

    14 El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.

    15 Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.

    La tristeza se convertirá en gozo

    16 Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; porque yo voy al Padre.

    17 Entonces se dijeron algunos de sus discípulos unos a otros: ¿Qué es esto que nos dice: Todavía un poco y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; y, porque yo voy al Padre?

    18 Decían, pues: ¿Qué quiere decir con: Todavía un poco? No entendemos lo que habla.

    19 Jesús conoció que querían preguntarle, y les dijo: ¿Preguntáis entre vosotros acerca de esto que dije: Todavía un poco y no me veréis, y de nuevo un poco y me veréis?

    20 De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.

    21 La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.

    22 También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo.

    23 En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará.

    24 Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.

    Yo he vencido al mundo

    25 Estas cosas os he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre.

    26 En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros,

    27 pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios.

    28 Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre.

    29 Le dijeron sus discípulos: He aquí ahora hablas claramente, y ninguna alegoría dices.

    30 Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios.

    31 Jesús les respondió: ¿Ahora creéis?

    32 He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo.

    33 Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.

    El cuarto evangelio nos hace entrar profundamente en la intimidad de Cristo, e insiste más que los otros en la divinidad del Salvador, el Verbo eternamente existente (Jn. 1:1-2, 18; 8:58), «Creador» y «Luz» (Jn. 1:3-12). 

    Juan 1:1-2, 18 

    El Verbo hecho carne

    1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

    2 Este era en el principio con Dios.

    18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.

    Juan 8:58

    58 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.

    Juan 1:3-12

    3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

    4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

    5 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

    6 Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.

    7 Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.

    8 No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.

    9 Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.

    10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.

    11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.

    12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

    Para la crítica racionalista y modernista, todo el elemento dogmático que caracteriza al cuarto evangelio proviene en línea recta del misticismo griego, hallando su origen en la filosofía alejandrina del siglo I. 

    A esto se podría replicar que estas afirmaciones provienen de un desconocimiento total del pensamiento bíblico, totalmente ajeno al pensar helénico, si no estuvieran dominadas por la postura a priori que las ha motivado: que se busca negar a los Evangelios su valor como documentos históricos fidedignos. Quien lea el cuarto evangelio sin prejuicios previos, junto con la 1ª Epístola de los Corintios, y constate que Juan, al igual que Pablo, usó el vocabulario helénico, reconocerá que lo hizo precisamente para mostrar la sima que separaba a la revelación bíblica del dogma pagano de los griegos. 

    Con respecto a la redacción del Evangelio de Juan, frente a los muchos intentos de los racionalistas y modernistas para atribuirle una fecha de redacción postapostólica, se levanta el hecho de la existencia, en la Biblioteca John Rylands, de la Universidad de Manchester, de un fragmento de un códice que contiene unos cuantos versículos de Juan 18

    Juan 18

    Arresto de Jesús

    1 Habiendo dicho Jesús estas cosas, salió con sus discípulos al otro lado del torrente de Cedrón, donde había un huerto, en el cual entró con sus discípulos.

    2 Y también Judas, el que le entregaba, conocía aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos.

    3 Judas, pues, tomando una compañía de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas.

    4 Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis?

    5 Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba.

    6 Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra.

    7 Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús nazareno.

    8 Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy; pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos;

    9 para que se cumpliese aquello que había dicho: De los que me diste, no perdí ninguno.

    10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco.

    11 Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?

    Jesús ante el sumo sacerdote

    12 Entonces la compañía de soldados, el tribuno y los alguaciles de los judíos, prendieron a Jesús y le ataron,

    13 y le llevaron primeramente a Anás; porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año.

    14 Era Caifás el que había dado el consejo a los judíos, de que convenía que un solo hombre muriese por el pueblo.

    Pedro en el patio de Anás

    15 Y seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Y este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote;

    16 mas Pedro estaba fuera, a la puerta. Salió, pues, el discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera, e hizo entrar a Pedro.

    17 Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Dijo él: No lo soy.

    18 Y estaban en pie los siervos y los alguaciles que habían encendido un fuego; porque hacía frío, y se calentaban; y también con ellos estaba Pedro en pie, calentándose.

    Anás interroga a Jesús

    19 Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.

    20 Jesús le respondió: Yo públicamente he hablado al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto.

    21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho.

    22 Cuando Jesús hubo dicho esto, uno de los alguaciles, que estaba allí, le dio una bofetada, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote?

    23 Jesús le respondió: Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas?

    24 Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.

    Pedro niega a Jesús

    25 Estaba, pues, Pedro en pie, calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú de sus discípulos? El negó, y dijo: No lo soy.

    26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él?

    27 Negó Pedro otra vez; y en seguida cantó el gallo.

    Jesús ante Pilato

    28 Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era de mañana, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua.

    29 Entonces salió Pilato a ellos, y les dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre?

    30 Respondieron y le dijeron: Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado.

    31 Entonces les dijo Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le dijeron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie;

    32 para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte iba a morir.

    33 Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos?

    34 Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?

    35 Pilato le respondió: ¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?

    36 Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.

    37 Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.

    38 Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito.

    39 Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte uno en la pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos?

    40 Entonces todos dieron voces de nuevo, diciendo: No a éste, sino a Barrabás. Y Barrabás era ladrón.

    Dice el doctor F. F. Bruce: «Naturalmente, este pequeño fragmento no puede dar una gran contribución a la crítica textual; su verdadera importancia reside en el testimonio que aporta en favor de la fecha tradicional de su redacción por parte de Juan (alrededor del año 100 d.C.)» (cp. F. F. Bruce, «The Books and the Parchments», Pickering and Inglis, Ltd., Londres, 1963, p. 181). 

    (c) Fecha. Si bien es difícil asignar una fecha precisa a la redacción de los Evangelios Sinópticos, se puede aceptar que fueron escritos alrededor de unos 40 años después de la muerte y resurrección del Señor, entre el 65 y 70 d.C. En esta época, los relatos orales que circulaban en las comunidades palestinas debieron quedar fijados por escrito. La lengua griega estaba entonces muy difundida por todo el mundo mediterráneo. El cuarto evangelio fue indudablemente escrito bastante más tarde, mucho después de la caída de Jerusalén, al final del siglo I. 

    Es obra del apóstol Juan, autor asimismo de tres cortas epístolas que llevan su nombre, y del libro del Apocalipsis, que recibió del Señor cuando estaba desterrado en la isla de Patmos (Ap. 1:9). 

    Apocalipsis 1:9

    9 Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.

    A mediados del siglo XX se propuso un nuevo método de estudio del NT que cuenta en la actualidad con numerosos adeptos. Se trata del método de la crítica formal o crítica de las formas (Formgeschichtliche Schule, o Form Criticism), del que Rudolf Bultmann, profesor de Marburgo, es el principal exponente e impulsor. Entre los representantes más importantes de esta escuela puede citarse a Dibelius, Schmidt, Easton, Grant, Lightfoot. Estos autores suponen que diversas tradiciones sirvieron como base para la elaboración de los Evangelios, pero que primero circularon oralmente durante muchos años. 

    Entre estas tradiciones orales se hallarían paradigmas, historias, leyendas, milagros, parábolas, logias, profecías. Estas tradiciones hubieran sido ordenadas en base a los intereses religiosos de las comunidades primitivas. El cuadro cronológico y los detalles geográficos serían una posterior aportación, añadida a los incidentes separados y a los discursos. Se afirma, así, que el Evangelio no es una narración. Es «kerigma», predicación. La verdad, en este esquema, es extra, o suprahistórica. Hace falta salir del plan histórico para llegar a la verdad. El método de la crítica formal practica lo que se llama la desmitologización, es decir, la retirada de las formas, o mitos, para poder ver a través de la historia evangélica. Entre estos mitos, que sin embargo son declarados objetos de fe, se hallan los relatos de la navidad, del bautismo, de la tentación, de la resurrección, etc. 

    En suma, todo el marco histórico de los Evangelios (cp. las obras de R. Bultmann, y en particular «Theologie des Neuen Testaments», 3 tomos, Tubinga, 1958; «Geschichte und Eschatologie», Tubinga, 1958. Esta última obra reúne seis conferencias dadas en Edimburgo en 1955 bajo el título general de «History and Eschatology»). La crítica formal constituye una negación total de la historia. Esencialmente existencialista, este método busca un puro subjetivismo. Es el mundo concreto en el que estamos inmersos lo que nos abre al ser, decía Heidegger. Es el mundo lo que nos abre a la verdad y a Cristo, dice Bultmann. 

    Pero el mundo concreto no tiene sentido más que por el hombre; está muerto sin él. Y cuando el hombre ha desmitologizado (o desmitificado) la totalidad de la tradición evangélica, ¿qué queda en los Evangelios? ¿Qué queda de Cristo? Un misterio que se esconde detrás de los Evangelios con una indescriptible imprecisión. Jesús dijo: «Si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?» (Jn. 5:46, 47). 

    Juan 5:46, 47

    46 Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él.

    47 Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?

    Estas hipótesis tan precarias se basan en una distorsión de la historia de la transmisión del texto evangélico y del desarrollo de la iglesia apostólica. Su endeblez más bien sirve para confirmar la convicción de que los Evangelios son lo que pretenden ser: documentos históricos y testificales; si no lo fueran, nuestra fe sería tan sólo una palabra carente de todo contenido. 

    Para tener una idea clara de la vida de Cristo y de su ministerio, es conveniente tener a mano una Armonía de los Cuatro Evangelios, preparada teniendo en cuenta las indicaciones cronológicas y otras indicaciones históricas que sean de utilidad. Se debe tener en cuenta que en muchos de sus puntos, una tal armonía sólo podrá ser aproximada. Una obra a señalar para el lector hispano es «Una armonía de los Cuatro Evangelios» de A. T. Robertson (Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, Texas, 1975). 

    Bibliografía: 

    T. D. Bernard: «El desarrollo doctrinal en el Nuevo Testamento» (Pub. de La Fuente, México D. F. 1961), F. F. Bruce: «The Books and the Parchments» (Pickering and Inglis, Londres, 1950), 

    J. Caba, S. I.: «De los Evangelios al Jesús histórico» (Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1971), J. O’Callaghan, S.I.: «Los papiros griegos de la cueva 7 de Qumrán» (Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1974), 

    H. E. Dana: «El Nuevo Testamento ante la Crítica» (Casa Bautista de Publicaciones. El Paso, Texas, 1965), 

    H. M. Conn: «Teología contemporánea en el mundo» (Subcomisión literatura Cristiana de la Iglesia Cristiana Reformada, Grand Rapids, Michigan s/f); 

    D. Estrada y William White Jr.: «The First New Testament» (Thomas Nelson. Pub. Nashville, Tennessee, 1978); 

    Eusebio de Cesarea: «Historia Eclesiástica» (Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1973); W. Kelly: «Lectures Introductory to the Gospels» (Bible Truth Publishers, Oak Park, Illinois, 1866/1970); 

    J. McDowell: «Evidencia que exige un veredicto» (Vida, Miami, 1982), J. McDowell: «More Evidence that Demands a Verdict (Campus Crusade for Christ International, Arrowhead Springs, San Bernardino, California, 1975); 

    A. T. Robertson: «Una Armonía de los Cuatro Evangelios» (Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, Texas, 1975); 

    E. Trenchard: «Introducción a los Cuatro Evangelios» (Literatura Bíblica, Madrid, 1974).

Comparte este sitio
Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios y mostrarle publicidad relacionada con sus preferencias mediante el análisis de sus hábitos de navegación. Si continua navegando, consideramos que acepta su uso. Puede obtener más información y limitar el uso de cookies en nuestra política de cookies.