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  • Adulterio

    (a) En sentido particular y literal, relación sexual entre un hombre casado y una mujer que no es la suya, o entre una mujer casada y un hombre que no es su marido. La poligamia con mujeres de razas inferiores y concubinas no era considerada como adulterio bajo la ley de Moisés, y, sin embargo, una debía ser siempre la mujer principal. El adúltero con mujer casada era castigado con pena de muerte, por la ofensa que ello representaba para el marido legítimo; en cambio, la relación sexual con una joven soltera tenía como sanción el tener que tomarla forzosamente por concubina y tratarla con las mismas consideraciones que a la mujer propia o a las otras concubinas si las había (Éx. 22:15). En el caso de mujer casada la pena era de muerte, sentido indirecto (Éx. 20:14; Lv. 20:10; Dt. 5:21). Según el Sermón de la montaña, toda impureza sexual de pensamiento, palabra u obra es considerada como adulterio (Mt. 5:27-28). La palabra «codiciar» tiene, empero, un sentido de desear intensamente y recrearse voluntariamente en pensamientos pecaminosos, y no significa una simple mirada a una mujer bella como admiramos las flores, las montañas o una puesta de sol. Jesús exige aquí un control voluntario de los sentidos, que nos podrían conducir a situaciones que más tarde querríamos haber evitado. No es que Cristo ponga al mismo nivel el adulterio carnal con la simple observación de una mujer, sino que nos previene para que no caigamos en la tentación. (b) En sentido simbólico, la adoración de dioses falsos es considerada como una traición al pacto contraído con Jehová (Jer. 3:8-9; Ez. 23:37-47; Os. 2:2-13). Dios exige que nuestro amor para con Él sea total, como el esposo lo exige a la esposa que le ha jurado fidelidad. Están divididas las opiniones en cuanto a la interpretación de 1 Co. 7:15. Mientras algunos interpretan la primera parte del texto como un justificante para el divorcio y segundo matrimonio, en el cual el cónyuge inocente pueda encontrar la paz, otros consideran esta última frase como imperativo de celibato perpetuo por parte del que ha sido casado alguna vez. La exégesis conjunta de ambos textos parece inclinarse a la idea de que es deber del cristiano buscar la paz hasta el máximo posible, y que si el infiel se aparta, (o sea, abandona el hogar común), el creyente está libre para buscar la paz en un segundo matrimonio.

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