Números 4:16
16 Pero a cargo de Eleazar hijo del sacerdote Aarón estará el aceite del alumbrado, el incienso aromático, la ofrenda continua y el aceite de la unción; el cargo de todo el tabernáculo y de todo lo que está en él, del santuario y de sus utensilios.
Números 31:14
14 Y se enojó Moisés contra los capitanes del ejército, contra los jefes de millares y de centenas que volvían de la guerra,
En el NT, este término aparece por primera vez en la exhortación de Pablo a los ancianos o presbíteros de la iglesia en Éfeso: «Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos» (o supervisores; Hch. 20:17, 28).
Hechos 20:17, 28
17 Enviando, pues, desde Mileto a Efeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia.
28 Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.
En este pasaje y en otros, Pablo emplea estas palabras «anciano» y «obispo» para designar a las mismas personas (cfr. Tit. 1:5-7).
Tito 1:5-7
Requisitos de ancianos y obispos
5 Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé;
6 el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía.
7 Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas,
El primer término designa la dignidad de la edad, en tanto que el segundo denota la dignidad de la función ejercida. En cambio, se hace una clara distinción entre el obispo y el diácono (Fil. 1:1; 1 Ti. 3:1-8).
Filipenses 1:1
1 Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos:
1 Timoteo 3:1-8
Requisitos de los obispos
1 Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea.
2 Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar;
3 no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro;
4 que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad
5 (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?);
6 no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo.
7 También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo.
Requisitos de los diáconos
8 Los diáconos asimismo deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas;
Empleando el término «episkopeõ», Pedro exhorta de la siguiente manera a los ancianos: «Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella...» (1 P. 5:2). (Véase ANCIANO.)
1 Pedro 5:2
2 Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto;
A Cristo se le aplica el nombre de obispo: «Habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas» (1 P. 2:25).
1 Pedro 2:25
25 Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.
Ya en vida de los apóstoles había numerosas tendencias, en el seno de la cristiandad, que se apartaban de la obediencia a las instrucciones dadas por el Señor por medio de ellos, tanto en doctrinas como en práctica (cfr. Gálatas, 1 Corintios, Colosenses, etc.).
Lo mismo sucedió después de la muerte de los apóstoles. Ya pronto se empezó a hacer una distinción, inexistente en las Escrituras, entre los ancianos o presbíteros y los obispos. En el siglo II se menciona esta diferencia en las epístolas de Ignacio, que murió en el año 107 (o 116).
Jerónimo nos ha dejado un elocuente testimonio del estado de cosas que condujo a la ascensión del régimen episcopal: «En los antiguos, obispos y presbíteros es lo mismo, porque lo primero es el nombre de la dignidad, y lo último de la edad» (Epístola a Oceano, Vall. 69, 416).
Y en su epístola a Evangelo cita Fil. 1:1; Hch. 20; Tit. 1:5, etc.; 1 Ti. 4:14; 1 P. 5; 2 Juan y 3 Juan, usando un lenguaje muy enérgico, y dice textualmente: «que después se eligiera uno que estuviera por encima (lat.: «praeponeretur») de los demás, se hizo como remedio para los cismas, no fuera que al ir cada uno a atraer hacia sí la iglesia de Cristo la fuera a dividir». Jerónimo amplifica en este y otros escritos el testimonio de que la elección de un obispo presidente entre los ancianos fue una disposición no sacada de las Escrituras, sino hecha por conveniencia, debido al clericalismo en que se había caído ya en aquel entonces, y que iría creciendo en el posterior desarrollo de la historia de la Iglesia, hasta culminar en el papado católico.
Filipenses 1:1
1 Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos:
Hechos 20
Viaje de Pablo a Macedonia y Grecia
1 Después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió y salió para ir a Macedonia.
2 Y después de recorrer aquellas regiones, y de exhortarles con abundancia de palabras, llegó a Grecia.
3 Después de haber estado allí tres meses, y siéndole puestas asechanzas por los judíos para cuando se embarcase para Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia.
4 Y le acompañaron hasta Asia, Sópater de Berea, Aristarco y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo.
5 Estos, habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas.
6 Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura, navegamos de Filipos, y en cinco días nos reunimos con ellos en Troas, donde nos quedamos siete días.
Visita de despedida de Pablo en Troas
7 El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche.
8 Y había muchas lámparas en el aposento alto donde estaban reunidos;
9 y un joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, rendido de un sueño profundo, por cuanto Pablo disertaba largamente, vencido del sueño cayó del tercer piso abajo, y fue levantado muerto.
10 Entonces descendió Pablo y se echó sobre él, y abrazándole, dijo: No os alarméis, pues está vivo.
11 Después de haber subido, y partido el pan y comido, habló largamente hasta el alba; y así salió.
12 Y llevaron al joven vivo, y fueron grandemente consolados.
Viaje de Troas a Mileto
13 Nosotros, adelantándonos a embarcarnos, navegamos a Asón para recoger allí a Pablo, ya que así lo había determinado, queriendo él ir por tierra.
14 Cuando se reunió con nosotros en Asón, tomándole a bordo, vinimos a Mitilene.
15 Navegando de allí, al día siguiente llegamos delante de Quío, y al otro día tomamos puerto en Samos; y habiendo hecho escala en Trogilio, al día siguiente llegamos a Mileto.
16 Porque Pablo se había propuesto pasar de largo a Efeso, para no detenerse en Asia, pues se apresuraba por estar el día de Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalén.
Discurso de despedida de Pablo en Mileto
17 Enviando, pues, desde Mileto a Efeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia.
18 Cuando vinieron a él, les dijo: Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia,
19 sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos;
20 y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas,
21 testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.
22 Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer;
23 salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones.
24 Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.
25 Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro.
26 Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos;
27 porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.
28 Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.
29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.
30 Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.
31 Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.
32 Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados.
33 Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado.
34 Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido.
35 En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.
36 Cuando hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con todos ellos.
37 Entonces hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le besaban,
38 doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, de que no verían más su rostro. Y le acompañaron al barco.
Tito 1:5
5 Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé;
1 Timoteo 4:14
14 No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio.
1 Pedro 5
Apacentad la grey de Dios
1 Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada:
2 Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto;
3 no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.
4 Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.
5 Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes.
6 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;
7 echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.
8 Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;
9 al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.
10 Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.
11 A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
Salutaciones finales
12 Por conducto de Silvano, a quien tengo por hermano fiel, os he escrito brevemente, amonestándoos, y testificando que ésta es la verdadera gracia de Dios, en la cual estáis.
13 La iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente con vosotros, y Marcos mi hijo, os saludan.
14 Saludaos unos a otros con ósculo de amor. Paz sea con todos vosotros los que estáis en Jesucristo. Amén.
2 Juan
Salutación
1 El anciano a la señora elegida y a sus hijos, a quienes yo amo en la verdad; y no sólo yo, sino también todos los que han conocido la verdad,
2 a causa de la verdad que permanece en nosotros, y estará para siempre con nosotros:
3 Sea con vosotros gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo, Hijo del Padre, en verdad y en amor.
Permaneced en la doctrina de Cristo
4 Mucho me regocijé porque he hallado a algunos de tus hijos andando en la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre.
5 Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros.
6 Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio.
7 Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo.
8 Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo.
9 Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo.
10 Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido!
11 Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras.
Espero ir a vosotros
12 Tengo muchas cosas que escribiros, pero no he querido hacerlo por medio de papel y tinta, pues espero ir a vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo sea cumplido.
13 Los hijos de tu hermana, la elegida, te saludan. Amén.
3 Juan
Salutación
1 El anciano a Gayo, el amado, a quien amo en la verdad.
2 Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.
3 Pues mucho me regocijé cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de tu verdad, de cómo andas en la verdad.
4 No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad.
Elogio de la hospitalidad de Gayo
5 Amado, fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos, especialmente a los desconocidos,
6 los cuales han dado ante la iglesia testimonio de tu amor; y harás bien en encaminarlos como es digno de su servicio a Dios, para que continúen su viaje.
7 Porque ellos salieron por amor del nombre de El, sin aceptar nada de los gentiles.
8 Nosotros, pues, debemos acoger a tales personas, para que cooperemos con la verdad.
La oposición de Diótrefes
9 Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe.
10 Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohibe, y los expulsa de la iglesia.
Buen testimonio acerca de Demetrio
11 Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios.
12 Todos dan testimonio de Demetrio, y aun la verdad misma; y también nosotros damos testimonio, y vosotros sabéis que nuestro testimonio es verdadero.
Salutaciones finales
13 Yo tenía muchas cosas que escribirte, pero no quiero escribírtelas con tinta y pluma,
14 porque espero verte en breve, y hablaremos cara a cara.
15 La paz sea contigo. Los amigos te saludan. Saluda tú a los amigos, a cada uno en particular.
En el Concilio de Trento, en el siglo XVI, la iglesia romana proclamó que «los obispos, sucesores de los apóstoles, son establecidos por el Espíritu Santo para gobernar la Iglesia de Dios, y son superiores a sus presbíteros o sacerdotes».
La postura de la iglesia de Roma es que los ancianos, que habían sido establecidos en el ministerio, dirigían las asambleas regionales. También supone la iglesia de Roma que, al haber aumentado el número de comunidades, los apóstoles, necesitados de ayudantes, nombraron a supervisores de distritos, que quedaron designados como sus sucesores.
Éste, según Roma, hubiera sido el caso de los ángeles de las siete iglesias (Ap. 1:20; véase ÁNGEL).
Apocalipsis 1:20
20 El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias.
Según la Iglesia Anglicana, Jacobo el hermano de Jesús, en Jerusalén, los ángeles de las siete iglesias, Timoteo y Tito, eran los que ejercían estas funciones. Sin embargo, se tiene que señalar que, cierto como es que los apóstoles enviaban a delegados personales con su autoridad, no hay indicación alguna en las Escrituras de que esta autoridad pudiera ser dada a sucesores. El motivo alegado del oficio episcopal es mantener el cuidado de la iglesia. No obstante, se tienen que hacer las siguientes observaciones:
(a) Los apóstoles establecían los ancianos y diáconos con su propia autoridad, bien directamente ejercida, bien delegada en personas que tenían este encargo de manera formal (véanse ANCIANOS, DIÁCONOS). Es evidente que las iglesias no tenían facultad para efectuar tales nombramientos, por el hecho mismo que Timoteo y Tito fueron encargados de tal misión en las iglesias a las que fueron enviados (1 Ti. 1:2; 3:1-15; Tit. 1:5 ss.).
1 Timoteo 1:2
2 a Timoteo, verdadero hijo en la fe: Gracia, misericordia y paz, de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor.
1 Timoteo 3:1-15
Requisitos de los obispos
1 Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea.
2 Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar;
3 no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro;
4 que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad
5 (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?);
6 no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo.
7 También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo.
Requisitos de los diáconos
8 Los diáconos asimismo deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas;
9 que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia.
10 Y éstos también sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles.
11 Las mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo.
12 Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus casas.
13 Porque los que ejerzan bien el diaconado, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús.
El misterio de la piedad
14 Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte,
15 para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.
Tito 1:5 ss.
Requisitos de ancianos y obispos
5 Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé;
6 el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía.
7 Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas,
8 sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo,
9 retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen.
10 Porque hay aún muchos contumaces, habladores de vanidades y engañadores, mayormente los de la circuncisión,
11 a los cuales es preciso tapar la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene.
12 Uno de ellos, su propio profeta, dijo: Los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos.
13 Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe,
14 no atendiendo a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad.
15 Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas.
16 Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra.
Es evidente que la desaparición de los apóstoles en su singular carácter dio también la desaparición de los ancianos y diáconos como cargos que habían sido establecidos en la naciente iglesia por la insustituible autoridad apostólica.
(b) La disposición del régimen episcopal no tuvo su origen en la obediencia de las Escrituras, sino en un intento humano de atajar tendencias cismáticas; surgió, por tanto, como consecuencia de las fuertes tendencias al clericalismo. En último término, y visto desde una perspectiva histórica, resultó peor el remedio que la enfermedad.
(c) Las Escrituras no encomiendan la iglesia a los obispos o ancianos como remedio para los males que habrían de sobrevenir, sino que los señala como futuras causas de aquellos males. En efecto, Pablo, en su conmovedora despedida de los ancianos de Éfeso, les dice: «Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.
Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos... Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados» (Hch. 20:29-30, 32, etc.).
Hechos 20:29-30, 32
29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.
30 Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.
32 Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados.
Este es el recurso que Dios ha dado a los suyos, un recurso pleno y eficaz. Él mismo, y la Palabra de Su gracia. Los apóstoles, y todo lo que ellos comportaban, cumplieron su cometido histórico, estableciendo los cimientos de la Iglesia, y dando a los creyentes la Palabra de Dios y la esperanza viva del retorno de Jesucristo.
Bibliografía:
Darby, J. N.: «Remarks on The Church and the World», en The Collected Writings of J. N. Darby, vol. 15, págs. 298-379 (Stow-Hill Bible and Tract Depot, Kingston-on-Thames, reimpr. 1964);
Darby, J. N.: «Episcopacy», en Collected Writings, págs. 307-317; Darby, J. N.: «Apostolicity and Succesion», en Collected Writings, vol. 22, págs. 219-334; Kelly, W.: «Bearing of the failure of the Church on the institution of Elders», en Bible Treasury, oct. 1871, págs. 111-346;
Gonzaga, J.: «Concilios» (International Publications, Grand Rapids, 1966); Grau, J.: «El fundamento apostólico» (Ediciones Evangélicas Europeas, Barcelona, 1973);
Lacueva, F.: «La Iglesia, cuerpo de Cristo» (Clíe, Terrassa, 1973). (Véase también bibliografía al final del artículo IGLESIA.)
Números 4:16
16 Pero a cargo de Eleazar hijo del sacerdote Aarón estará el aceite del alumbrado, el incienso aromático, la ofrenda continua y el aceite de la unción; el cargo de todo el tabernáculo y de todo lo que está en él, del santuario y de sus utensilios.
Números 31:14
14 Y se enojó Moisés contra los capitanes del ejército, contra los jefes de millares y de centenas que volvían de la guerra,
En el NT, este término aparece por primera vez en la exhortación de Pablo a los ancianos o presbíteros de la iglesia en Éfeso: «Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos» (o supervisores; Hch. 20:17, 28).
Hechos 20:17, 28
17 Enviando, pues, desde Mileto a Efeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia.
28 Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.
En este pasaje y en otros, Pablo emplea estas palabras «anciano» y «obispo» para designar a las mismas personas (cfr. Tit. 1:5-7).
Tito 1:5-7
Requisitos de ancianos y obispos
5 Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé;
6 el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía.
7 Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas,
El primer término designa la dignidad de la edad, en tanto que el segundo denota la dignidad de la función ejercida. En cambio, se hace una clara distinción entre el obispo y el diácono (Fil. 1:1; 1 Ti. 3:1-8).
Filipenses 1:1
1 Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos:
1 Timoteo 3:1-8
Requisitos de los obispos
1 Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea.
2 Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar;
3 no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro;
4 que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad
5 (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?);
6 no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo.
7 También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo.
Requisitos de los diáconos
8 Los diáconos asimismo deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas;
Empleando el término «episkopeõ», Pedro exhorta de la siguiente manera a los ancianos: «Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella...» (1 P. 5:2). (Véase ANCIANO.)
1 Pedro 5:2
2 Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto;
A Cristo se le aplica el nombre de obispo: «Habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas» (1 P. 2:25).
1 Pedro 2:25
25 Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.
Ya en vida de los apóstoles había numerosas tendencias, en el seno de la cristiandad, que se apartaban de la obediencia a las instrucciones dadas por el Señor por medio de ellos, tanto en doctrinas como en práctica (cfr. Gálatas, 1 Corintios, Colosenses, etc.).
Lo mismo sucedió después de la muerte de los apóstoles. Ya pronto se empezó a hacer una distinción, inexistente en las Escrituras, entre los ancianos o presbíteros y los obispos. En el siglo II se menciona esta diferencia en las epístolas de Ignacio, que murió en el año 107 (o 116).
Jerónimo nos ha dejado un elocuente testimonio del estado de cosas que condujo a la ascensión del régimen episcopal: «En los antiguos, obispos y presbíteros es lo mismo, porque lo primero es el nombre de la dignidad, y lo último de la edad» (Epístola a Oceano, Vall. 69, 416).
Y en su epístola a Evangelo cita Fil. 1:1; Hch. 20; Tit. 1:5, etc.; 1 Ti. 4:14; 1 P. 5; 2 Juan y 3 Juan, usando un lenguaje muy enérgico, y dice textualmente: «que después se eligiera uno que estuviera por encima (lat.: «praeponeretur») de los demás, se hizo como remedio para los cismas, no fuera que al ir cada uno a atraer hacia sí la iglesia de Cristo la fuera a dividir». Jerónimo amplifica en este y otros escritos el testimonio de que la elección de un obispo presidente entre los ancianos fue una disposición no sacada de las Escrituras, sino hecha por conveniencia, debido al clericalismo en que se había caído ya en aquel entonces, y que iría creciendo en el posterior desarrollo de la historia de la Iglesia, hasta culminar en el papado católico.
Filipenses 1:1
1 Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos:
Hechos 20
Viaje de Pablo a Macedonia y Grecia
1 Después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió y salió para ir a Macedonia.
2 Y después de recorrer aquellas regiones, y de exhortarles con abundancia de palabras, llegó a Grecia.
3 Después de haber estado allí tres meses, y siéndole puestas asechanzas por los judíos para cuando se embarcase para Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia.
4 Y le acompañaron hasta Asia, Sópater de Berea, Aristarco y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo.
5 Estos, habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas.
6 Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura, navegamos de Filipos, y en cinco días nos reunimos con ellos en Troas, donde nos quedamos siete días.
Visita de despedida de Pablo en Troas
7 El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche.
8 Y había muchas lámparas en el aposento alto donde estaban reunidos;
9 y un joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, rendido de un sueño profundo, por cuanto Pablo disertaba largamente, vencido del sueño cayó del tercer piso abajo, y fue levantado muerto.
10 Entonces descendió Pablo y se echó sobre él, y abrazándole, dijo: No os alarméis, pues está vivo.
11 Después de haber subido, y partido el pan y comido, habló largamente hasta el alba; y así salió.
12 Y llevaron al joven vivo, y fueron grandemente consolados.
Viaje de Troas a Mileto
13 Nosotros, adelantándonos a embarcarnos, navegamos a Asón para recoger allí a Pablo, ya que así lo había determinado, queriendo él ir por tierra.
14 Cuando se reunió con nosotros en Asón, tomándole a bordo, vinimos a Mitilene.
15 Navegando de allí, al día siguiente llegamos delante de Quío, y al otro día tomamos puerto en Samos; y habiendo hecho escala en Trogilio, al día siguiente llegamos a Mileto.
16 Porque Pablo se había propuesto pasar de largo a Efeso, para no detenerse en Asia, pues se apresuraba por estar el día de Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalén.
Discurso de despedida de Pablo en Mileto
17 Enviando, pues, desde Mileto a Efeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia.
18 Cuando vinieron a él, les dijo: Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia,
19 sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos;
20 y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas,
21 testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.
22 Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer;
23 salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones.
24 Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.
25 Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro.
26 Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos;
27 porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.
28 Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.
29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.
30 Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.
31 Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.
32 Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados.
33 Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado.
34 Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido.
35 En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.
36 Cuando hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con todos ellos.
37 Entonces hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le besaban,
38 doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, de que no verían más su rostro. Y le acompañaron al barco.
Tito 1:5
5 Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé;
1 Timoteo 4:14
14 No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio.
1 Pedro 5
Apacentad la grey de Dios
1 Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada:
2 Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto;
3 no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.
4 Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.
5 Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes.
6 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;
7 echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.
8 Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;
9 al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.
10 Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.
11 A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
Salutaciones finales
12 Por conducto de Silvano, a quien tengo por hermano fiel, os he escrito brevemente, amonestándoos, y testificando que ésta es la verdadera gracia de Dios, en la cual estáis.
13 La iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente con vosotros, y Marcos mi hijo, os saludan.
14 Saludaos unos a otros con ósculo de amor. Paz sea con todos vosotros los que estáis en Jesucristo. Amén.
2 Juan
Salutación
1 El anciano a la señora elegida y a sus hijos, a quienes yo amo en la verdad; y no sólo yo, sino también todos los que han conocido la verdad,
2 a causa de la verdad que permanece en nosotros, y estará para siempre con nosotros:
3 Sea con vosotros gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo, Hijo del Padre, en verdad y en amor.
Permaneced en la doctrina de Cristo
4 Mucho me regocijé porque he hallado a algunos de tus hijos andando en la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre.
5 Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros.
6 Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio.
7 Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo.
8 Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo.
9 Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo.
10 Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido!
11 Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras.
Espero ir a vosotros
12 Tengo muchas cosas que escribiros, pero no he querido hacerlo por medio de papel y tinta, pues espero ir a vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo sea cumplido.
13 Los hijos de tu hermana, la elegida, te saludan. Amén.
3 Juan
Salutación
1 El anciano a Gayo, el amado, a quien amo en la verdad.
2 Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.
3 Pues mucho me regocijé cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de tu verdad, de cómo andas en la verdad.
4 No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad.
Elogio de la hospitalidad de Gayo
5 Amado, fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos, especialmente a los desconocidos,
6 los cuales han dado ante la iglesia testimonio de tu amor; y harás bien en encaminarlos como es digno de su servicio a Dios, para que continúen su viaje.
7 Porque ellos salieron por amor del nombre de El, sin aceptar nada de los gentiles.
8 Nosotros, pues, debemos acoger a tales personas, para que cooperemos con la verdad.
La oposición de Diótrefes
9 Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe.
10 Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohibe, y los expulsa de la iglesia.
Buen testimonio acerca de Demetrio
11 Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios.
12 Todos dan testimonio de Demetrio, y aun la verdad misma; y también nosotros damos testimonio, y vosotros sabéis que nuestro testimonio es verdadero.
Salutaciones finales
13 Yo tenía muchas cosas que escribirte, pero no quiero escribírtelas con tinta y pluma,
14 porque espero verte en breve, y hablaremos cara a cara.
15 La paz sea contigo. Los amigos te saludan. Saluda tú a los amigos, a cada uno en particular.
En el Concilio de Trento, en el siglo XVI, la iglesia romana proclamó que «los obispos, sucesores de los apóstoles, son establecidos por el Espíritu Santo para gobernar la Iglesia de Dios, y son superiores a sus presbíteros o sacerdotes».
La postura de la iglesia de Roma es que los ancianos, que habían sido establecidos en el ministerio, dirigían las asambleas regionales. También supone la iglesia de Roma que, al haber aumentado el número de comunidades, los apóstoles, necesitados de ayudantes, nombraron a supervisores de distritos, que quedaron designados como sus sucesores.
Éste, según Roma, hubiera sido el caso de los ángeles de las siete iglesias (Ap. 1:20; véase ÁNGEL).
Apocalipsis 1:20
20 El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias.
Según la Iglesia Anglicana, Jacobo el hermano de Jesús, en Jerusalén, los ángeles de las siete iglesias, Timoteo y Tito, eran los que ejercían estas funciones. Sin embargo, se tiene que señalar que, cierto como es que los apóstoles enviaban a delegados personales con su autoridad, no hay indicación alguna en las Escrituras de que esta autoridad pudiera ser dada a sucesores. El motivo alegado del oficio episcopal es mantener el cuidado de la iglesia. No obstante, se tienen que hacer las siguientes observaciones:
(a) Los apóstoles establecían los ancianos y diáconos con su propia autoridad, bien directamente ejercida, bien delegada en personas que tenían este encargo de manera formal (véanse ANCIANOS, DIÁCONOS). Es evidente que las iglesias no tenían facultad para efectuar tales nombramientos, por el hecho mismo que Timoteo y Tito fueron encargados de tal misión en las iglesias a las que fueron enviados (1 Ti. 1:2; 3:1-15; Tit. 1:5 ss.).
1 Timoteo 1:2
2 a Timoteo, verdadero hijo en la fe: Gracia, misericordia y paz, de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor.
1 Timoteo 3:1-15
Requisitos de los obispos
1 Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea.
2 Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar;
3 no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro;
4 que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad
5 (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?);
6 no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo.
7 También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo.
Requisitos de los diáconos
8 Los diáconos asimismo deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas;
9 que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia.
10 Y éstos también sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles.
11 Las mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo.
12 Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus casas.
13 Porque los que ejerzan bien el diaconado, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús.
El misterio de la piedad
14 Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte,
15 para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.
Tito 1:5 ss.
Requisitos de ancianos y obispos
5 Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé;
6 el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía.
7 Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas,
8 sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo,
9 retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen.
10 Porque hay aún muchos contumaces, habladores de vanidades y engañadores, mayormente los de la circuncisión,
11 a los cuales es preciso tapar la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene.
12 Uno de ellos, su propio profeta, dijo: Los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos.
13 Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe,
14 no atendiendo a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad.
15 Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas.
16 Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra.
Es evidente que la desaparición de los apóstoles en su singular carácter dio también la desaparición de los ancianos y diáconos como cargos que habían sido establecidos en la naciente iglesia por la insustituible autoridad apostólica.
(b) La disposición del régimen episcopal no tuvo su origen en la obediencia de las Escrituras, sino en un intento humano de atajar tendencias cismáticas; surgió, por tanto, como consecuencia de las fuertes tendencias al clericalismo. En último término, y visto desde una perspectiva histórica, resultó peor el remedio que la enfermedad.
(c) Las Escrituras no encomiendan la iglesia a los obispos o ancianos como remedio para los males que habrían de sobrevenir, sino que los señala como futuras causas de aquellos males. En efecto, Pablo, en su conmovedora despedida de los ancianos de Éfeso, les dice: «Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.
Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos... Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados» (Hch. 20:29-30, 32, etc.).
Hechos 20:29-30, 32
29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.
30 Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.
32 Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados.
Este es el recurso que Dios ha dado a los suyos, un recurso pleno y eficaz. Él mismo, y la Palabra de Su gracia. Los apóstoles, y todo lo que ellos comportaban, cumplieron su cometido histórico, estableciendo los cimientos de la Iglesia, y dando a los creyentes la Palabra de Dios y la esperanza viva del retorno de Jesucristo.
Bibliografía:
Darby, J. N.: «Remarks on The Church and the World», en The Collected Writings of J. N. Darby, vol. 15, págs. 298-379 (Stow-Hill Bible and Tract Depot, Kingston-on-Thames, reimpr. 1964);
Darby, J. N.: «Episcopacy», en Collected Writings, págs. 307-317; Darby, J. N.: «Apostolicity and Succesion», en Collected Writings, vol. 22, págs. 219-334; Kelly, W.: «Bearing of the failure of the Church on the institution of Elders», en Bible Treasury, oct. 1871, págs. 111-346;
Gonzaga, J.: «Concilios» (International Publications, Grand Rapids, 1966); Grau, J.: «El fundamento apostólico» (Ediciones Evangélicas Europeas, Barcelona, 1973);
Lacueva, F.: «La Iglesia, cuerpo de Cristo» (Clíe, Terrassa, 1973). (Véase también bibliografía al final del artículo IGLESIA.)